Biodiversidad y género
La interacción de las estructuras agrícolas familiares con la biodiversidad que les rodea se plasma en tres grandes grupos de actividades: productivas, pos productivas y distributivas. Salvo arar los campos, actividad generalmente en manos de los hombres, el resto de las tareas las productivas asociadas a los cultivos de cereales (sembrar, escardar, abonar y cosechar) se realizan de manera muy igualitaria entre hombres y mujeres, mientras que éstas protagonizan mayoritariamente las realizadas en huertos.
Además de la distribución de esas tareas, hay otro aspecto fundamental asociado al género y la gestión de la biodiversidad, que es la posesión del terreno donde trabaja la unidad familiar. En muchas poblaciones (sobre todo africanas y asiáticas) la posesión y transmisión de las tierras es masculina, aunque la mujer trabaje en ellas igual o más que el hombre. Pero también en la Europa del siglo XXI quedan pendientes problemas legales y sociales asociados a la propiedad compartida. La participación productiva de las mujeres en el pastoreo y la pesca es más variable, aunque ellas se concentran en el marisqueo.
Las mujeres realizan de manera casi exclusiva importantes tareas pos productivas, como la transformación y conservación de productos alimenticios y de productos útiles para higiene o vestido, que requieren conocimiento, esfuerzo y habilidad en tareas como moler, hilar o tejer.
Respecto a los procesos distributivos, las mujeres rurales han sido las únicas responsables de la preparación y reparto de los alimentos de consumo familiar, y con frecuencia también de prendas de vestir y otros textiles que ellas hacen. Son las grandes protagonistas de la distribución de los pequeños excedentes a través de su venta a pequeña escala en mercados locales. Los hombres participan también en ello, pero su implicación es más frecuente en la comercialización a mayor escala y en mercados más lejanos.