Recursos económicos

La mujer rural ha contribuido sistemáticamente a la economía de los grupos familiares. Lo ha hecho en primer lugar por medio de su trabajo no remunerado, tanto en actividades agrícolas como en servicios domésticos y cuidados familiares, produciendo también en casa la mayoría de los bienes imprescindibles para la vida cotidiana (jabón, alimentos, fibras y tejidos), lo que les obligaba a realizar las duras tareas agrícolas y ganaderas en un entorno escasa o nulamente mecanizado, lo que maximizaba las diferencias entre trabajo y empleo. Además, las mujeres han obtenido bienes necesarios a través del trueque o de la venta, generalmente a pequeña escala en mercados locales o a través de trabajos remunerados. También han vendido en la calle y en mercados alimentos elaborados por ellas mismas.

Las ganancias obtenidas por las mujeres se destinan de manera casi exclusiva a las necesidades de la unidad familiar, mientras que los hombres destinan a ese fin una menor proporción de sus ganancias, en torno al 75% pero con mucha variabilidad.  A pesar de ello, las mujeres han sido escasamente incluidas en los programas formativos de extensión agrícola destinados a mejorar la calidad de vida de las comunidades, donde su papel protagonista aumenta por la creciente migración selectiva de los hombres.

En las sociedades rurales contemporáneas, tanto de países de ingresos bajos como medianos y altos, las actividades relacionadas con el turismo rural (desde la artesanía tradicional hasta los alojamientos y restaurantes) están proporcionando crecientes posibilidades económicas a mujeres y jóvenes