Tintas amarillas y doradas

Tintas amarillas y doradas
Circa siglo XVII a.n.e. (Edad de Bronce). Recolectoras minoicas de azafrán, Akrotiri (Santorini, Grecia). Históricamente, el azafrán ha sido utilizado como especia, pigmento, perfume y remedio, teniendo el mayor número de aplicaciones terapéuticas documentadas para una especie vegetal. Su recolección aparece ya en los frescos de la Creta minoica (1600-1500 a.n.e.), lo que muestra su antigüedad y explica su importancia para las culturas de la cuenca mediterránea. Fresco procedente de Akrotiri (Xestes 3), Museo Prehistórico de Thira (Fira, Santorini). Wikimedia Commons, Licencia 'Creative Commons' BY-SA 4.0

Tintas amarillas y doradas

II Los colores de las tintas

Aunque las tintas más frecuentes son las negras y las rojas, conservamos referencias y recetas de tintas verdes, púrpura, azules y, especialmente, amarillas y doradas. Estas últimas se agrupan, sin distinción específica, dentro de una técnica de decoración de los textos que recibió el nombre de chrysographia (del griego graphía, «escritura», y chrysós, «oro»).

Bajo esta etiqueta, encontramos tintas elaboradas con oro amalgamado con mercurio. Aunque los egipcios dominaron la decoración con láminas de oro, no hay testimonios de su uso en textos. Por el contrario, las fuentes sugieren que esta técnica fue introducida en el mundo griego por los judíos durante la época helenística Según la Carta de (Pseudo-)Arsiteas (§176; circa Siglo II a.n.e.), Ptolomeo Filadelfo (siglo III a.n.e.) solicitó una copia del Pentateuco hebreo para que fuera traducida al griego en la Biblioteca de Alejandría. Cuando el texto llegó, el rey quedó maravillado al ver que estaba escrito con letras de oro.

Junto a las tintas elaboradas con oro, la chrysographia incluye también tintas amarillas hechas de diversos minerales y vegetales, probablemente como sustitutos del preciado metal. Entre estas sustancias está el azafrán, una especia cuyo uso como como pigmento se atestigua ya en el arte rupestre del actual Iraq. Es también una de las más costosas del mundo desde la Antigüedad: como cada flor aporta solo tres estigmas, se necesitan 100.000 flores para obtener un kilo de zafrán. Su floración es además muy efímera y debe recogerse el mismo día en que abre. Esto explica su alto valor monetario y cultural, justificando su uso en tintas para escribir textos rituales cristianos y árabes a los que se atribuían propiedades terapéuticas.