Sin medicinas, sin equipamientos
Dos tercios de las muertes infantiles se producían al nacer como resultado del bajo peso (menos de 2.500 gramos) y los partos pretérmino (menos de 37 semanas de gestación). Al final de los década de los años 80 del pasado siglo, la prevalencia de bajo peso al nacer era del 5 por ciento; en 1999 había aumentado hasta el 23,8 por ciento. El incremento de los partos pretérmino y del bajo peso en los bebés estaba determinado por la desnutrición, el deterior de la salud y la ansiedad de sus madres. El 61 por ciento de las embazadas tenía anemia y solo la cuarta parte recibía tabletas de hierro y ácido fólico.
Tras el período postnatal, las causas de muerte predominantes eran las infecciones respiratorias y las diarreas combinadas con la malnutrición, además de las derivadas del desmantelamiento del sistema público de vacunación, lo que determinó el incremento de los casos de poliomielitis (2,9 veces), de difteria (1,6), de tos ferina (3,4), sarampión (4,5) y paperas (3,7). Antes de las sanciones Iraq mantenía una cobertura de vacunación infantil del 90 por ciento según NNUU.
Particularmente la región sur del país sufrió además un incremento espectacular de pérdida fetales, malformaciones congénitas y cáncer infantil. Todo parece indicar que ello fue debido a la contaminación radiactiva derivaba del empleo por los estadounidenses de uranio empobrecido como revestimiento del armamento convencional durante la Guerra del Golfo de 1991 y en ataques posteriores. Como no se podían realiza diagnósticos prenatales, los médicos de Basora narraban por entonces que las madres, tras dar a luz, no preguntaban por el sexo de su recién nacido, sino si padecía o no alguna malformación. El problema perdura.