La caligrafía árabe: la escritura elevada a forma de arte
I Historia de la tinta en el Mediterráneo antiguo
En el medievo árabe, el arte caligráfico alcanzó un alto nivel de sofisticación, siendo considerado una forma de expresión artística y devoción religiosa, pues no solo transmitía el texto, sino que también reflejaba la belleza y armonía del mensaje. De ahí que, respecto a la escritura griega o latina, la caligrafía árabe trascendiera su uso utilitario (la escritura de textos) para convertirse en un elemento decorativo fundamental, un símbolo de la identidad cultural árabe e islámica.
Debido, quizás, a esta dimensión artística, surgieron varios estilos de caligrafía, cada uno con sus características distintivas y una rica tradición. Entre los más antiguos están la caligrafía cúfica (que toma su nombre de la ciudad de Kufa, Iraq) y el nasji (o naskh). La primera se caracteriza por las formas geométricas y líneas angulares simples, con trazos alargados horizontal y verticalmente. Por el contrario, el nasji tiene formas redondeadas y letras pequeñas. Al servir a propósitos diferentes, ambos estilos coexistieron: el nasji tenía un uso funcional mientras el cúfico se usaba principalmente para obras literarias y decoración.
En cuanto a los materiales de escritura, la tradición árabe se integra en la Antigüedad tardía, como muestra que el instrumento de escritura por excelencia sea el qalam (voz que deriva del griego «cálamo»), la plumilla de caña. Los árabes emplearon aún papiro junto al pergamino hasta la llegada, entorno a mediados del siglo VIII a.n.e., del papel, de origen chino. En cuanto a las tintas, los manuales dirigidos a escribas y calígrafos que proliferaron en el Medievo árabe reflejan la herencia grecolatina, la incorporación de materiales y técnicas orientales y el surgimiento de innovaciones propiamente árabes. Todo ello tendrá como resultado un gran refinamiento técnico y una gran diversidad de tintas.