El medievo europeo: continuidad e innovación
I Historia de la tinta en el Mediterráneo antiguo
Los últimos siglos del Imperio romano son una etapa de transformación cultural, social y política que se entrelaza con el periodo medieval. Durante este tiempo, se produjo un intercambio continuo de ideas, creencias y tradiciones entre la cultura cristiana —de raíz grecorromana—, los árabes y los pueblos germánicos, entre otros.
Un reflejo de esta fusión de tradiciones clásicas y nuevas influencias puede verse en los materiales e instrumentos ligados a la escritura, cuyo cultivo y desarrollo se producirá, sobre todo, en scriptoria, espacios especialmente designados para la copia y producción de textos en monasterios y catedrales. Durante la Antigüedad tardía comienza un abandono progresivo del papiro por el pergamino, hecho de piel de animales, simultáneo a la adopción de un nuevo formato para los textos: el «códice» (o formato de libro), que poco a poco reemplaza al rollo o volumen hasta sustituirlo. Este cambio de material y formato para la escritura culmina en la Edad Media, periodo en el que además aparece el papel, que llega desde oriente a través del mundo árabe. Es probable que la pluma, instrumento de escritura que se hará especialmente popular durante la Edad Media, sea tan antigua como el cálamo, pero la primera mención conocida se encuentra en las Etimologías de Isidoro de Sevilla (libro XX; siglo VII). En cuanto a las tintas, los métodos procedentes tanto del Occidente latino como del Oriente bizantino muestran una notable continuidad que bebe de las recetas grecorromanas. La innovación más notable la encontraremos en el desarrollo de una gran variedad de colores destinados al creciente enriquecimiento de la ilustración y ornamentación de los textos (conocido como «iluminación»).