Grecia y Roma
I Historia de la tinta en el Mediterráneo antiguo
La presencia de la escritura en el territorio del Egeo es, de hecho, anterior a la llegada de los pueblos griegos y se remonta a la cultura minoica. No obstante, los primeros sistemas de escritura, ya sea minoica, micénica después y, tras el colapso de esta cultura, la escritura alfabética que se toma de los fenicios durante el siglo VIII a.n.e., son de naturaleza inscrita. Sólo alrededor del siglo VI a.n.e. las imágenes de los vasos griegos documentan la adopción de un nuevo soporte de escritura: el papiro.
Los griegos adoptaron su uso de los egipcios, productores y distribuidores de papiro —casi en exclusiva— en el Mediterráneo hasta el abandono de este soporte entorno al siglo XI de nuestra era. Esto es debido a que, aunque es cierto que hubo papiro en otros lugares, sólo crecía en la cantidad adecuada para satisfacer su gran demanda en las particulares condiciones hídricas y climáticas del Nilo. No obstante, desde el primer momento, los griegos emplearon un instrumento de escritura propio, el «cálamo» o plumilla de caña. Se trata de una caña de junco hueca y cuyo extremo, a diferencia de los pinceles egipcios, se cortaba en bisel para lograr una punta afilada. Para usarlo es necesario emplear tinta líquida; al escribir, la tinta impregnada en la plumilla fluye hacia la punta por efecto de la capilaridad como en las plumas estilográficas. La tecnología de escritura griega conquistó el Mediterráneo: fue adoptada por los romanos e incluso por los propios egipcios, que, en torno al siglo III/II a.n.e., abandonaron sus útiles de escritura tradicionales (el pincel y la tinta sólida).