Tintas: tecnología y ecosistema humano

Tintas: tecnología y ecosistema humano
36.000-12.000 a.n.e. Arte rupestre del Paleolítico superior procedente de la Cueva de Altamira (Santillana del Mar, Cantabria). Figuras animales y manos humanas en negativo realizados con pigmentos minerales (rojos y marrones) y carbón (negro). Wikimedia Commons, 'Creative Commons BY-SA 3.0 license'

Tintas: tecnología y ecosistema humano

I Historia de la tinta en el Mediterráneo antiguo

Las primeras pinturas y tintas fueron creadas empleando pigmentos procedentes de la naturaleza (minerales) o actividades humanas básicas (carbón) y agua. Para usarlos, bastaba hacer una mezcla homogénea con el líquido y el pigmento, como en las pinturas prehistóricas. Esta técnica, por su simplicidad y eficiencia, se mantuvo casi inalterada hasta el Antiguo Egipto, cuando aparece una innovación clave: la incorporación adhesivos como la goma arábiga (resina vegetal procedente de algunas especies de acacias que es soluble en agua y se usa como aglutinante o pegamento). Esto mejoró drásticamente la adherencia y durabilidad de las tintas y pinturas sobre diversas superficies. Durante la época grecorromana, las tintas incluyen además conservantes (sal, aceite de clavo y vinagre), que no solo prolongaban su vida útil, sino que prevenían la aparición de moho y bacterias. Además, algunos de estos componentes, como la Artemisia absinthium L., ayudaban a proteger los textos, repeliendo insectos y roedores (Dioscorides, De Materia medica 3.23).

Aunque en la época premoderna el entorno natural fue el principal proveedor de ingredientes, el ingenio humano aprovechó las nuevas oportunidades que surgieron de actividades como la metalurgia, la minería y la fabricación de vidrio. Con el auge de la escritura y la creciente complejidad de la administración durante las épocas helenística y romana, la demanda de tinta superó la capacidad de producción artesanal. Esto llevó a la industrialización de la obtención de materias primas. Vitrubio (De architectura 7, 10) describe grandes hornos alimentados con maderas y resinas específicamente construidos para producir y recoger hollín en grandes cantidades para la producción de tinta. Sin embargo, el mejor ejemplo del ingenio humano en el desarrollo de esta tecnología es la invención de tintas derivadas de reacciones químicas, como la tinta ferrogálica.