El procedimiento de fajado infantil en el Siglo de Oro

El procedimiento de fajado infantil en el Siglo de Oro
Ca. 1645. «El recién nacido». Georges de La Tour. © Musée des Beaux Arts, Rennes (Francia)

El procedimiento de fajado infantil en el Siglo de Oro

V Acogida y primeros vínculos

 

Una tradición ancestral exigía que los neonatos fueran herméticamente fajados impidiendo cualquier movimiento de sus extremidades. Esta práctica, compartida por todos los estratos sociales, se fundamentaba en el hecho de que el recién nacido presentaba un esqueleto blando y flexible con el que había permanecido plegado en el útero, de manera que era necesario vendarlo para prevenir malformaciones hasta obtener mayor solidez ósea por mediación de la lactancia. Según esta convicción, no solo se lograba fortalecer y enderezar el cuerpo «inacabado» del niño, sino que, además, le proporcionaba otros beneficios como el calor necesario para evitar el enfriamiento y sosiego para conciliar el sueño.

Al nacer el niño se le ataba el cordón umbilical con un cordel y se le aplicaba un apósito empapado en aceite que impedía la proliferación de gérmenes aerobios, sellando la zona con una venda (denominada ombliguero) alrededor de la cintura que, mediante compresión, tenía la función de evitar la protrusión del ombligo.  El aparatoso proceso de componer al recién nacido proseguía con la colocación del metedor, que era un paño largo y angosto que atravesaba la entrepierna del niño desde el vientre hasta las vértebras lumbares, a fin de evitar la formación de culeras o señales excrementicias en las mantillas. Sobre el metedor se ponía el pañal rectangular solapado por delante, y sobre este, un trozo de bayeta para absorber el orín. Opcionalmente, el torso se cubría con una camisa, y el vientre y la boca del estómago se abrigaban con una bayeta denominada estomaguero. A continuación, se envolvía al niño con una sabanilla, plegando el faldón sobrante por los pies hacia arriba, y sobre esta, se enrollaba una faja alrededor de todo el cuerpo a semejanza de una momia, mientras que la cabeza se cubría con un paño prendido al cuello para corregir su forma oblonga. Finalmente, en función de la estación del año se abrigaba al niño con una mantilla de algodón, lana o seda. [José Antonio Fernández Fernández]