Parteras profetisas
V Acogida y primeros vínculos
Nos encontramos cara a cara con una figura que irradia serenidad y sabiduría. ¿Es una artesana? ¿Una abuela? ¿Una celestina tal vez? La imagen acentúa su madurez. No obstante, en su cara no se halla la fatiga ni la palidez que suele dejar la senectud. Su piel curtida y sus cejas grises contrastan más bien con la vivacidad de su ropa, con el resplandor de su apariencia. En su mirada creemos encontrar sombras de hechos pasados, presentes, tal vez aún futuros. Sus manos sostienen huso e hilo —dos instrumentos que se replican sin fin en la penumbra del fondo—. Allí, un papelito revela la identidad de la anciana: «Lachesis soy […] con el hilo fatal y huso en la mano» («Lachesi io son qui finta / con lo stame fatal col fuso in ma(no).»). Nos encontramos, pues, a la Parca, diosa antigua del destino que canta su carmen en el nacimiento de un ser humano. La Parca que la cultura barroca vincula con la partera. Esta, como la Parca, predice. Pronostica la fertilidad de la mujer y el curso del embarazo. Al nacer el niño, influye en su identidad, al articular sexo, fuerza y carácter. Como la Parca, la partera urde el destino con sus manos. Moldea el cuerpo, lo endereza al envolverlo en paños y contribuye así a la socialización. Y, como la Parca, lanifica soror, la partera trabaja con el hilo. Ata el ombligo del neonato y remienda el cuerpo de la recién parida. Cuida así de la incorporación en la comunidad. De palabra y obra, la partera deviene en Parca. Devana el hilo de vida, lo tiende a su discreción y proclama sus propiedades. Su arte roza lo sublime, del mismo modo que el hilo resplandeciente en manos de nuestra Parca se extiende, al fin y al cabo, hacia la oscuridad. [Sabrina Grohsebner]