Niños y niñas participan en asegurar el sustento
La mayoría de las familias de Los Hurones aseguraban su dieta básica cultivando huertos, criando cabras, gallinas, pavos y cochinos, y con la caza, la pesca y la recolección. Muchos niños y niñas recogían murtas del mirto, madroños, y los cojollos y las palmichas del palmito. José Pan (Algar, 1948), en la foto con unos catorce años, recuerda innumerables anécdotas de travesuras para conseguir alimentos:
«Con siete u ocho añillos nos íbamos al campo, los perros cogían conejos, buscábamos espárragos, poníamos perchas para coger pajarillos. Unos vecinos tenían gallinas y cuando cacareaban cogíamos el huevo. Había un peral por allí, cogíamos las peras verdes pequeñas antes de que se las llevase otro y las metíamos en paja para que madurasen. Y cogíamos barbos y bogas del río haciendo explotar en el agua una lata con carburo, que lo usábamos para dar luz».
Los fines de semana los zagales iban a por leña, la cargaban en una vagoneta de la obra y subían valle arriba empujándola. Para el brasero cogían sacos del picón que quedaba sin recoger junto a los hornos de carbón de las fincas cercanas. Hasta que tuvieron edad para trabajar de pinches o de aprendices, algunos niños en fincas cercanas escardando, entresacando las matas malas del maíz o cuidando las cabras de la familia o de las fincas.
Las niñas por su parte eran requeridas para cubrir necesidades básicas menos divertidas: amasar, acarrear agua, cocinar, lavar los platos, barrer la choza, lavar la ropa o cuidar a los más pequeños. Cuando la madre trabajaba lejos de la choza o casa se hacía más necesario que participasen en estas tareas. Y se sumaban tempranamente a trabajos feminizados: Paquita Pan, en la foto con unos quince años, empezó a trabajar con diez años sirviendo en la casa del ingeniero Vicente Aycart Benzo.