Chozas variadas hechas con recursos locales
Las familias que vivieron en torno a la presa de Los Hurones venían de diferentes geografías rurales: la Galicia atlántica, la dehesa extremeña, la meseta castellana… Tenían diversas experiencias y tradiciones de autoconstrucción, lo que quedará reflejado en sus viviendas y en los hábitos de su nuevo poblamiento.
Construyeron con recursos locales, bien naturales o aprovechados de la propia obra. La superficie de la choza quedaba limitada por la geografía, el tamaño de los palos y la estabilidad del resultado. Algunos canteros construyeron su choza con piedra labrada, usando sus conocimientos profesionales. El padre de Pepe Benítez (Algar, 1946) hizo su choza de adobe y papel: «Para los bloques de las paredes mi padre hizo un molde de madera y nosotros amasamos barro con paja de las cuadras de los mulos. Luego consiguió sacos de papel vacíos, porque entonces el cemento venía en sacos, y los puso en el techado amarrados igual que las tejas. ¡Eso no se llovía!».
Cuando empezaron a trabajar en el pantano la familia de Teresa Ordóñez (El Bosque, 1935) vivía en la finca de El Rodadero, en un chozo de planta circular:
«Las paredes y el techo eran de retama, y la cumbrera y las costillas de madera. Por dentro del chozo con un barro amarillo que cogía por allí hacía mi madre una mecla y lo refregaba por donde hacíamos la candela; así no se quemaba nada. Se echaba mucho agua sobre la tierra del suelo y cuando se iba secando se aplastaba y se quedaba dura. A la izquierda del chozo había tres camas y a la derecha la candela».
La choza de la fotografía, donde habitó la familia de Carmelo Cantillo (Santa María de Nava, Badajoz, 1938), tenía paredes de piedra revocada con barro y paja, el armazón era de palos de laurel y el techado de hojas de retama cosidas con tomiza de palma. El suelo tenía excrementos de vaca: «Se extendían por el suelo como si fuera arcilla, y cuando se secaba bien se podía fregar. ¡Era un suelo muy fresquito, que ni parqué!».