El patrimonio etnobotánico español

El patrimonio etnobotánico español
2018. Nazarenos (‘Muscari neglectum’ Guss.) La necesidad de tintas o pigmentos se han suplido durante siglos mediante el empleo de las especies de nuestro entorno. Ese es el caso de los llorones o nazarenos, una pequeña flor silvestre que se encuentra en muchos campos españoles y europeos. Wikimedia Commons, Licencia 'Creative Commons' BY-SA 4.0

El patrimonio etnobotánico español

La historia de la cultura escrita ha tenido que adaptarse a la disponibilidad de materiales dependiendo de la época, el lugar y las posibilidades económicas de los usuarios. Por ejemplo, en ocasiones se emplearon alternativas a la goma arábiga, quizás por la dificultad de los escribas para adquirirla o su ausencia temporal. En alternativa, las recetas de tintas greco-egipcias usan la resina del bdelio, proveniente del arbusto Commiphora africana Endl., o la sabia pegajosa del sicomoro (Ficus sycomorus L.), frecuentes en Egipto. En Europa (incluida la Península Ibérica), donde la goma arábiga era considerada un producto exótico de importación, surgieron alternativas basadas en las posibilidades que ofrecía la flora autóctona. Así, en el entorno europeo se ha utilizado, y aún se utiliza, la resina del cerezo y del ciruelo.

La adaptación de la cultura escrita a la tradición botánica de la Península Ibérica revela una rica historia en el uso de plantas locales para la elaboración de tintas. Los estudios etnobotánicos muestran el uso ocasional de frutos como el de la morera, las bayas de la zarzamora y del agracejo (Berberis hispanica Boiss.), y las pequeñas flores de los nazarenos (Muscari neglectum Guss.). Más frecuentemente, para la producción de tinta escolar, se documenta la utilización de las bayas del yezco o saúco (Sambucus ebulus L.) para producir tinta negra y los pétalos de la amapola (Papaver rhoeas L. y Papaver dubium L.) para lograr tinta roja. Estos usos reflejan un profundo conocimiento de las propiedades tintóreas de las plantas silvestres, que no solo poseen un valor funcional, sino que también son un testimonio de la cultura y la identidad local, así como del ingenio frente a la escasez.