Morir naciendo, nacer muriendo

Morir naciendo, nacer muriendo
1586-1588. «El Entierro del Señor de Orgaz». Domínikos Theotokópoulos «El Greco» © Iglesia de Santo Tomé, Toledo (España)

Morir naciendo, nacer muriendo

VI Nacer, morir, volver a nacer

 

Esta obra ilustra un milagro que se dice tuvo lugar más de dos siglos y medio antes de la composición de la pintura. Cuenta la tradición que San Agustín y San Esteban bajaron a la tierra para asistir personalmente al entierro del difunto señor de Orgaz, que yace en el centro aún con su armadura, como deferencia a la piedad de la que había hecho gala en vida.

Tanto los seis hachones amarillos como la presencia de algunos clérigos, la cruz procesional y el cura, este con una capa pluvial negra alusiva al cortejo fúnebre, demuestran que el artista cumplió con su encargo de pintar «una procesión de cómo el cura y los demás clérigos estaban haciendo los oficios para enterrar a don Gonzalo». Sin embargo, más allá de los elementos funerarios, el atento escrutinio del lienzo revela algunos detalles que evocan un parto.

El Greco bien podría haber imaginado el alma del difunto como feto humano: el finado se desliza por el estrecho canal que comunica la tierra con el Cielo. Una vez superado el penoso pasaje, la Virgen lo recibirá, tal como una matrona haría con una criatura que ve por primera vez la luz. La figura cóncava que forman los santos al sostener el cadáver, así como la oscuridad de la parte inferior del cuadro recuerdan, a su vez, a la matriz de donde sale el feto.

La muerte no se nos presenta como final sino como el comienzo de la vida eterna, el alumbramiento a una nueva existencia. Otros testimonios de la época expresan esta misma idea. Martín Lutero (1483-1546) compara la muerte con el nacimiento de un niño: «Cada uno tendrá que aventurarse con alegría por este camino que, aunque muy estrecho, no es largo. […]. Con peligro, dolor y miedo sale de la pequeña morada del vientre de su madre a un inmenso cielo y tierra, es decir, a este mundo. De la misma manera, la persona pasa por el estrecho portal de la muerte, fuera de esta vida». [Hannah Mühlparzer]