De la sanidad universal a la intensa medicalización de los procesos biológicos
La sanidad universal es un logro muy reciente en la historia de nuestra especie, que tras la fundación de OMS en 1948 y la declaración de la salud como un derecho humano solo se ha hecho realidad en una minoría de países. El derecho a la salud implica estar bien nutrido, tener acceso a agua potable sanitarios y a los servicios de atención de salud. Como especie hemos necesitado casi 10.000 generaciones para empezar a asegurar ambas condiciones en las poblaciones más prósperas. Su cobertura está limitada tanto por factores económicos como por decisiones políticas (en EEUU no existen servicios estatales de atención a la salud, por ejemplo). Precisamente, el planteamiento del Objetivo 5 de salud de la Agenda 2030 es conseguir derecho a la salud para todos los países, poblaciones y personas.
La atención médica que ofrecen los servicios de salud (tanto institucionales como privados) está experimentando una creciente medicalización, que convierte en cuadros patológicas situaciones normales por las que pasamos todas las personas a medida que avanzamos en las etapas de la vida, y que se pretenden resolver mediante la medicina. La medicalización transforma en enfermos a las personas sanas, aumenta los daños iatrogénicos (es decir, daños físicos causados por intervenciones, o medicaciones innecesarias) y el consumo de recursos sanitarios, reduciendo su eficacia. La automedicalización innecesaria o equivocada —incluido el uso indiscriminado de antibióticos— también ha aumentado mucho en todas las etapas de la vida con diferentes motivaciones.
Desde la Bioantropología y la Ecología humana reflexionamos a continuación tanto sobre las consecuencias positivas de la atención médica universal y la medicación adecuada para favorecer un estado biológico óptimo, como sobre las negativas resultantes de su innecesaria medicalización. [Cristina Bernis]