Coevolución de la encefalización, la sociabilidad y las historias de vida primates
El tamaño cerebral relativo se correlaciona con la duración total del ciclo vital de una especie, su longevidad, que hace referencia a la duración máxima de vida registrada en miembros en libertad de esa especie. El trabajo de Sally E. Street y coautores de 2017, Coevolution of cultural intelligence, extended life history, sociality, and brain size in primates (al que corresponde la ilustración superior), confirma que en los primates la longevidad está significativamente asociada con el tamaño cerebral relativo, no solamente por la prolongación de las etapas de crecimiento previas, sino por una mayor duración de la etapa adulta: las ventajas cognitivas derivadas de grandes cerebros favorecen la reducción de la mortalidad extrínseca, determinada por causas de muerte azarosas distintas de las asociadas con el envejecimiento. Dicho de otra manera: invertir en grandes cerebros favorece la supervivencia adulta, de tal manera que la llamativa longevidad de los primates no es un simple subproducto de sus lentas historias de vida. Es además obligado que así sea: en especies precociales, con lento crecimiento de las crías y gran inversión parental, un largo período adulto es imprescindible para mantener el ciclo de renovación poblacional, con un largo periodo intergeneracional.
El trabajo confirma además que la encefalización y la longevidad primates están asociadas significativamente al aprendizaje cultural una vez controlada la inversión materna, sugiriendo que la expansión cerebral, la sociabilidad y los largos ciclos vitales coevolucionaron en los primates. Muchas de las cualidades que asociamos con el esquivo concepto de inteligencia son aquellas que —fijadas por selección natural— posibilitan el aprendizaje cultural en grupos sociales amplios y estables: atención, paciencia, imitación, curiosidad.
La consideración final del trabajo de Street y coautores nos sitúa ya en nuestra especie:
«Our finding that longevity is a strong, and potentially causally significant, predictor of both brain volume and social learning richness is evocative of the argument that intelligence and life history length have coevolved in humans because our intellectual abilities allowed us to exploit high-quality, but difficult-to-access, food resources, with the nutrients gleaned “paying” for brain growth, and with increased longevity favored because it allowed more time to cash in on complex, and difficult to master, for aging kills, with fitness benefits that pay off later in life.» (p.7.912). [Carlos Varea]