Agua
El agua es, junto con la energía y el oxígeno, un recurso natural imprescindible para la vida de cualquier especie. La nuestra ha desarrollado una compleja gestión del agua, incorporando nuevas utilidades ligadas a la higiene, al riego, y a la producción de energías limpias y de actividades de ocio mediante una intensa manipulación de los ciclos hídricos que ha mejorado aspectos importantes de la calidad de vida pero que también están teniendo graves consecuencias ambientales.
El acceso diario de agua es una necesidad vital y un derecho humano, que se ha plasmado en diferentes ordenamientos legales para garantizar su suficiencia, salubridad, accesibilidad y asequibilidad a todas las personas. Las Naciones Unidas (NNUU) estima necesarios un mínimo de 40 a 50 litros por persona y día. En 2015 todavía el 9% de la población mundial carecía de acceso al agua potable, y el 39% no tenía un grifo para su aseo personal y no disponía de servicios adecuados de alcantarillado ni de depuración de las aguas residuales. Garantizar la disponibilidad de agua, su gestión sostenible y el saneamiento para todos era el sexto de los Objetivos de Desarrollo del Milenio establecidos por las NNUU en 2010.
Gran parte de la gestión del agua ha estado en manos de las mujeres, conocedoras de los lugares dónde encontrarla, cómo extraerla, cómo trasportarla, y cómo y dónde acumularla para los diversos usos cotidianos. Su conocimiento y protagonismo se reconoció ya en la Declaración de Dublín sobre Agua y Desarrollo Sostenible (1992) y en la posterior Conferencia Mundial sobre la Mujer de Beijing (1995).
En las poblaciones más favorecidas, empresas e instituciones han asumido la gestión de estos servicios a través de grandes infraestructuras, cuyos costes son inalcanzables para las poblaciones más pobres y reflejan la desigualdad de género en las sociedades donde ocurre, pero también la desigualdad social y de clase, entre mujeres y hombres de poblaciones más y menos favorecidas