El poder transformador de un huerto urbano

Esta nueva Exposición temporal del Museo Virtual de Ecología Humana se enmarca dentro del décimo aniversario de la constitución del Huerto Comunitario de Manoteras (HCM), y de su proyecto sociocultural «Las Noches del Huerto» (LNDH).

«Érase una vez…» en un barrio periférico de Madrid, un trozo de tierra baldía que nadie reconocía como propio. Un lugar que no pertenecía realmente al barrio, feo, molesto incluso: una escombrera. Un buen día llegó al barrio (a la Asociación Vecinal de Manoteras, La Soci) la noticia de que a ese trozo olvidado se le había asignado un nuevo uso: convertirse en huerto urbano, al estilo de otros, pioneros, que se estaban dando desde hacía unos años en la capital.

Primero el «huerto» fue solo un nombre, una palabra, una promesa, una idea feliz y esperanzadora que logró convocar en torno a sí a un grupo de personas de muy diferente procedencia y condición: distinta edad, distinto país de origen, distintos gustos y opiniones, distintas vidas… reunidas allí al reclamo de la tierra, solo interesadas en ese momento en probar a cultivar algo más que lo que lograban hacer crecer en sus balcones.

Habitaron la tierra y, ahora sí, la convirtieron en un huerto de verdad. Habían recibido unos cientos de metros, rellenos con un palmo de sustrato cultivable (debajo permanecía el escombro), una caseta y una valla de madera; lo bastante visible para delimitar el espacio, pero no tan alta y blindada que volviera a hurtar al barrio aquel trozo antaño inútil. Y juntas empezaron a transformarlo poco a poco, sin saber muy bien qué esperar ni cuál sería el camino correcto, si es que había solo uno. De alguna manera misteriosa, el huerto fue enseñándoles muchas más cosas de las que habían tenido en mente al principio, haciendo variar sus pretensiones y la forma de conducirse.

La primera sorpresa que les trajo el huerto fue descubrir, cuando trataban de organizarse, que estaba todo por hacer y dependía de ellas y solo de ellas; que hablando y decidiendo entre todas se tomaban las decisiones, que nadie sabía más que nadie y que todo el mundo tenía voz y voto.

Se decidió el cultivo por bancales, el sistema de riego por goteo, la zona común y la posibilidad de autonomía de los demás pequeños terrenos, limitada tan solo por las normas comunes que ellas mismas eligieron.

A ese primer inesperado descubrimiento le siguieron muchos más, producto en una parte de la diversidad y los aportes de todas las hortelanas y hortelanos, viejos o nuevos, que hicieron posibles cosas que no se hubieran atrevido a soñar por separado; y en otra de la influencia de la propia tierra, de sus ritmos y necesidades. La metáfora de la tierra sirvió de impulso para hacer crecer otras cosas además de las plantas: proyectos, ideas, formas de convivencia y un festival de ocio y cultura por el que sería conocido el huerto fuera incluso de las fronteras del barrio y el distrito. «Las Noches del Huerto» daría cohesión y continuidad a todas esas iniciativas artísticas y culturales que tenían también un efecto social y de creación de vínculos vecinales.

Y el huerto siguió creciendo. Llegaron más hortelanas y hortelanos, la apertura al barrio —que aunque ya se había dado desde el principio adquirió aún más consistencia—, la apertura al distrito, la relación con la Red de Huertos, nuevas formas de cultivo, nuevas propuestas y nuevas finalidades. Se crearon comisiones, se extendió la «Zona común», se acometió «La conquista del Oeste» (replantación de zonas colindantes), se superó el período de pandemia y todas las restricciones y cambios que trajo consigo, la visita de Filomena, los desperfectos…

Y, de tanto en tanto, se siguieron revisando las formas de convivencia para asegurarse de que no se perdiera «lo común», que es lo que realmente hace grande este pequeño universo; sabiendo que nada hay inmutable, pues todo pasa y se transforma, y es posible, a veces, extraviar el rumbo. En el huerto, tal como dicta la tierra, siempre hay trabajo que hacer. Y así, seguimos plantando semillas, abonamos y regamos, vigilamos las plagas y miramos al cielo para anticipar soles o tormentas. Porque sabemos que cada año trae su recompensa. Y los frutos obtenidos van a seguir sorprendiéndonos si confiamos y continuamos plantando.

Sobre la elaboración de esta exposición

Todo los textos de esta exposición han sido elaborados por diferentes personas vinculadas al «Huerto». Para ello se constituyó una comisión formada por personas de entre 25 y 75 años. Asimismo, esta comisión se ha encargado de la selección de las fotografías, muchas de ellas tomadas por huertanos y huertanas durante los últimos diez años, y el resto han sido cedidas por el colectivo de fotografía Manoteras te enfoca.

Miguel A. Rodríguez ha coordinado la comisión que ha elaborado esta exposición, formada por los miembros del huerto L.G. Morgan, Mercedes Álvarez, Clara Salgado, Lucía González, Antonio García, Julia González, Nino Domínguez, Javier García, Alejandro Romero y Jacob Djedi. La Exposición ha contado además con las aportaciones de muchos huertanos y huertanas que con sus experiencias y anécdotas han enriquecido los textos.

Por otra parte, en todos los textos, abogando por el lenguaje inclusivo, hemos utilizado indistintamente el femenino y el masculino genéricos, siempre que no ha sido posible encontrar un término que los englobe a ambos.

Para saber más

Web del Huerto comunitario

Instagram del Huerto comunitario

Instagram de Las Noches del Huerto

Canal de YouTube de las noches del Huerto

Artículo sobre la donación de la cosecha al Banco de alimentos de Madrid durante la pandemia (2020)

Artículo sobre las noches del huerto en pandemia (2020)

Artículo sobre las noches del huerto en postpandemia (2021)

Artículo sobre las cien noches del huerto (2024)