Una fórmula para maldecir

Una fórmula para maldecir
Circa 2 d.n.e. Tablilla de maldición romana en plomo de 2,7 cm descubierta en 1985 en Colonia, Alemania (ID: Thesaurus Defixionum 285). Sin autoría.

Una fórmula para maldecir

II. La magia en la vida cotidiana de las mujeres

En el antiguo mundo grecorromano era muy común, cuando una persona estaba especialmente despechada o enfadada con otra, acudir a un procedimiento mágico casero que consistía en inscribir en pequeñas láminas de plomo conjuros y maldiciones con un punzón, un clavo o una aguja sin cabeza. Una vez escritas las imprecaciones, la tablilla se doblaba, enrollaba o perforaba y se enterraba en una necrópolis o en otros lugares relacionados con las divinidades subterráneas, o cerca de fuentes, pozos y corrientes de agua en general (véase Anna Perenna), ya que se creía que servían de conexión con el inframundo.

Un rasgo característico de los rituales asociados a las «tabillas de maldición» es el poder performativo de la palabra. Así, con el clavo en la mano, el defigens recitaba las fórmulas que iba incrustando en el plomo, a veces difíciles de pronunciar, extrañas y con términos en griego o de origen desconocido, creyendo fielmente que se cumpliría su contenido.

Este tipo de magia se conoce como magia simpatética y se define a partir de la máxima «lo similar produce lo similar»: aquí, la tablilla es concebida como la imagen de aquel al que se quiere dañar y, por lo tanto, todo lo que en esta se inscriba lo sufrirá el rival, algo parecido a lo que sucede con los muñecos de vudú. Por esto, algunos de los verbos que más se emplean en las fórmulas maléficas son vertere y sus compuestos ad-/in-/pervertere tanto en su sentido literal de girar/invertir, como en sus usos metafóricos ser hostil/desfavorable.
Un ejemplo extraordinario de tablilla simpatética es la que se observa en la imagen. Esta tabella, que tiene todas las letras escritas al revés y de derecha a izquierda para amplificar el poder del símil mágico, dice: «Vaeraca, así te va a ir: que te vaya tan torcido (perverse) como torcido (perverse) está esto escrito».

 

María Isabel Jiménez Martínez