La silla de parir o de parto
IV El paso al mundo
En 1513, el alemán Eucharius Rösslin publicó un tratado sobre el parto, Der Ronsegarten (El jardín de rosas) en donde explicaba el uso de la silla de parir. En España esta técnica también era conocida. Francisco Núñez, en el Libro intitulado del parto, traducía en 1580 la obra Rösslin y describía los «asientos, en donde debía sentarse la parturienta llegado y momento y el modo de usarlos» por las parteras encargadas de «menear el asiento a una y a otra parte» (fol. 28v-29v). Era útil también para la expulsión de la placenta (pares o secundinas) (fol. 32r). Sin embargo, su práctica no estaba muy extendida, pues como destacaba Juan Alonso de los Ruices y Fontecha en su Diez previlegios para mujeres preñadas (Alcalá, Luis Martínez Grande, 1606), «yo nunca la he visto en cabo alguno, que por mejor tienen un gentilhombre aun para detrás y échanle los brazos al cuello» (fol. 144 v).
Es más, esta técnica contaba con detractores, entre ellos, ni más ni menos, que el rey de España. El 14 de junio de 1588 Felipe II, en una cariñosa carta, felicitaba a su hija Catalina Micaela, duquesa de Saboya, por el nacimiento de su hijo Manuel Filiberto (el 17 de abril) y por el buen suceso del parto que él achacaba al uso de «camilla» y no de la silla de parto. De hecho, en un revelador texto, achacaba la muerte de su primera esposa, María Manuela de Portugal, en el parto del príncipe Carlos, al uso de la silla, «cosa muy peligrosa», mientras que sus siguientes esposas, Isabel de Valois y Ana de Austria «parieron siempre en camilla […], lo más seguro», como puede leerse en la edición de Fernando Bouza de Carta de Felipe II a sus hijas (pp. 156-157).
[Jesús María Usunáriz Garayoa]