Venir con mantillo
IV El paso al mundo
En mayo de 1698, el Santo Oficio de la Inquisición de Valencia interroga a tres testigos de Castellón de la Plana en el proceso de fe contra su vecino Jaime Martí Tarazo.
La comadre Francisca Cabo, de unos sesenta años, poco más o menos, recordaba que en la villa habían nacido cuatro criaturas «con zurrón». Esta expresión se refiere a niños nacidos con restos de membranas fetales sobre la cabeza u hombros, lo que ocurre cuando el saco amniótico se rompe demasiado tarde durante el parto. Según la partera, estos niños habían «nacido con gracia porque el zurrón era bueno para librar de escopetazos a los que van a la guerra y que quien le [sic] llevaba encima o sobre sí no podía recibir daño», por lo cual convenía guardar estas membranas.
Se creía que Martí Tarazo había robado un saco amniótico para hacerse invulnerable a las balas, y varios eran los hechos que lo incriminaban. Le había dicho a un vecino que «no le podían matar», extremo que presuntamente llegó a comprobar en una ocasión en la que, tras entregar a un hombre una escopeta, le pidió que abriera fuego contra él. El colaborador intentó detonar el arma cuatro o seis veces, sin que saliera de ella tiro alguno hasta que el acusado tomó la escopeta de sus manos; solo entonces se produjo la primera descarga. Asimismo, con frecuencia «sacaba de una bolsa unos papeles y decía, como llevando aquellos en sí, no le podían matar». También solía fanfarronear proclamando que antes debía creerse que los diablos se lo habían llevado a que lo habían matado o herido. Para complicarle las cosas, el encausado era tenido por poco piadoso, pues él y un amigo suyo «comían carne, longanizas y otros manjares prohibidos» durante la cuaresma «del mismo modo que si fuese tiempo de Pascua».
El registro de este proceso de fe, cuyo veredicto desconocemos, indica que las comadres desempeñaron un papel decisivo en la difusión de supersticiones sobre los supuestos poderes del zurrón, que eran amplios y culturalmente diversos. En este ejemplo, la función protectora del saco amniótico en el útero se extiende al mundo exterior. Hasta el día de hoy sigue siendo un buen presagio que un niño nazca con mantillo, aunque ya no se crea que esto haga a prueba de balas. Los órganos efímeros propios del embarazo –saco amniótico, placenta y cordón umbilical– albergan el secreto de la formación de la vida, razón por la cual fascinaban y siguen fascinando a algunas personas de todas las culturas. [Tamara Hanus]