Parir con buenas fuerzas
IV El paso al mundo
Parir es imagen, expresión y símbolo palpable de la obra creadora de Dios; por tanto, toda mujer que da a luz remeda la creación del mundo a escala humana. «Parió cinco hijos para la tierra y tres para el cielo», escribe el biógrafo de la reina Margarita de Austria.
El lenguaje de la época enfatiza la labor activa del parir. La buena comadre es aquella que pone a parir a la parturienta en el momento justo y en una posición que le permita valerse de todas sus fuerzas. Las mujeres paren de rodillas, sobre las piernas de otra mujer (o incluso de un hombre), en cuclillas, enlazando el cuello de un asistente con sus brazos, o —postura de posible origen árabe— sujetadas bajo los brazos por dos mujeres. Aguantaban mejor los dolores del parto al sentir el apoyo y el tacto de las confortadoras manos de una comadre, una hermana, vecina o madre.
En algunas novelas picarescas el dar a luz se pinta como un esfuerzo común de toda una congregación de mujeres (y a veces también de hombres) presentes en el cuarto de parir, rezando jaculatorias a la Virgen, a santa Margarita o a san Ramón Nonato a ritmo y compás compartidos, animando a la parturienta a gritar y uniéndose a la cadencia de su resuello.
El niño nacido se suele designar parto, equiparándose el acto con el producto. Este fuerte simbolismo del suceso en sí añadió peso a la carga de responsabilidad que tenían que soportar las mujeres parideras, puesto que las criaturas malogradas habían salido de su vientre: eran su parto. «La reina sabe muy bien lo que ha parido», escribe un cronista sobre la percepción del príncipe Carlos, nacido en 1661, por parte de la reina Mariana de Austria y sus cortesanos. Carlos había nacido débil y enfermizo. [Wolfram Aichinger]