Santiaguco y la vida trashumante

Santiaguco y la vida trashumante
1993/95. Familia pasiega durante la muda, descendiendo a las fincas de valle (Montes de Pas, Cantabria) © Elena Flores

Santiaguco y la vida trashumante

La casa era tan abundante en personas como austera en los enseres. Y no es culpa de una pobre economía, sino más bien de una particular estructura económica que basada en el continuo vagar tras los pasos del rebaño, limita las proporciones de cachivaches caseros que puedan cargarse a lomos de la esforzada montura:

—«Cada quince o veinte días… ¡la muda! Arreando con las vacas, las ovejas y las cabras, toos detrás a buen paso. Y que no eran pocas, que mi padre había conseguido reunir hasta sesenta vacas, aunque estaban repartías en varias fincas, unas nuestras y otras de arriendo».

 

La muda

El sistema pastoril, trashumante, de Persia Central, muy extendido por la Europa mediterránea, que contemplaba una migración estacional de los campamentos permanentes de invierno, situados en el valle, a los campamentos de verano, situados en los puertos, pudiera ser el precedente del modelo pasiego, que se define y personaliza por un término: la muda.

La muda, el cambio de lumbre, el itinerante recorrido de los prados-cabaña tiene lugar cada pocas semanas. Cada familia dispone de una media de seis fincas, situadas en diferentes alturas de las laderas del valle, que van recorriendo al ritmo de las estaciones, apacentando al ganado con el pastizal de los prados en verano y del heno almacenado en los pajares de las cabañas en invierno.

A lomos de una montura, un caballo o un burro, van los escasos enseres del hogar, que se llevan de cabaña en cabaña, mientras la familia acompaña, caminando, a ritmo de los pasos de los ganados.