Los ODM, una oportunidad desigual para la infancia
En 2015, cuando se cumplió el plazo formal para evaluar el grado de cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, la comunidad internacional tuvo que hacer una evaluación de su consecución llegando a la conclusión de que en ese momento la probabilidad de que un niño sobreviviera y alcanzase un nivel de desarrollo adecuado era mayor que en el año 2000 cuando dichos objetivos se establecieron. En este periodo había aumentado la supervivencia infantil y la matriculación en la escuela primaria y, por el contrario, había disminuido la transmisión del VIH/SIDA de madres a hijos. Sin embargo, a pesar de los importantes progresos realizados en estos quince años, millones de niños y niñas, los más necesitados y excluidos, los más vulnerables habían quedado marginados y ello suponía un aumento en la brecha de equidad. De ahí la necesidad de invertir para que todos los niños y niñas tengan oportunidades ya que es la mejor herramienta para que tanto las personas, como las sociedades obtengan beneficios inmediatos y a largo plazo. Avanzar —o no— hacia la equidad tiene repercusiones duraderas para los países en términos de su estabilidad y crecimiento económico, y prestarle atención es la única manera de alcanzar los objetivos mundiales de desarrollo sostenible. Ante esta situación la comunidad internacional se ve abocada a diseñar una nueva agenda que sea capaz de fortalecer los sistemas de protección a la infancia en todos los países del mundo, que utilice indicadores capaces de dar cuenta de los progresos alcanzados desagregando los datos para que ningún colectivo vulnerable quede invisibilizado, y que exija el rendimiento de cuentas.