La fertilidad como arma política: Mariana de Austria
I Procreación
En la Edad Moderna, la fertilidad de las princesas era también utilizada como arma política. Poder ofrecer la candidatura de una princesa ya fértil era una ventaja diplomática muy valiosa para una dinastía, pero, de la misma manera, se podía atacar a una candidata precisamente por ser demasiado joven, con el objetivo de que el soberano se decidiese por otra alianza matrimonial.
Esto fue lo que ocurrió en el caso del segundo matrimonio de Felipe IV, que empezó a negociarse casi inmediatamente después de la muerte de su único hijo y heredero, el príncipe Baltasar Carlos, en 1646. La princesa que partía como favorita para este enlace era la prometida del difunto príncipe, la archiduquesa Mariana de Austria, que acababa de cumplir 12 años. Sin embargo, existían otras dos candidatas con posibilidades, las archiduquesas de Innsbruck Isabel Clara y María Leopoldina de Austria. Su madre, Claudia de Médici, deseaba conseguir que Felipe IV eligiese a una de ellas como esposa. Dado que su candidatura era menos atractiva políticamente que la de la primogénita del emperador, Claudia de Médici diseñó una estrategia diplomática que se basaba en promocionar la potencial fertilidad de sus hijas. Las archiduquesas de Innsbruck ya eran adultas y fértiles, mientras que Mariana de Austria era muy joven y tardaría años en poder consumar su matrimonio, en un momento en el que Felipe IV necesitaba desesperadamente tener descendencia con rapidez. Así, el enviado de Claudia de Médicis en la corte española, Eustaquio Pagano, presentó un memorial donde hacía hincapié en los problemas para alcanzar sucesión varonil sana que tenían las princesas que se casaban muy jóvenes, sus altas posibilidades de morir en el parto, y la necesidad de que el rey se casara con una mujer que ya pudiera darle hijos prácticamente de inmediato. Además, para el caso de Mariana, se llegaba a sugerir que la archiduquesa estaba aún menos desarrollada físicamente de lo que se decía desde Viena, llegando a apuntar que el último retrato que había llegado de ella a la corte de Madrid (este que mostramos de Frans Luycks) la representaba, engañosamente, más crecida de lo que en realidad estaba, con el objetivo de hacer creer al monarca que podría darle sucesión mucho antes de lo que sería físicamente posible. [Rocío Martínez]