Dar a luz en medio de una guerra

Dar a luz en medio de una guerra
1937. Refugio para embarazadas instalado en el Palacio de los Gosálvez, en Casas Benítez (Cuenca) © Archivo General de la Administración

Dar a luz en medio de una guerra

Durante la Guerra Civil española, Madrid sufrió un duro asedio por las tropas sublevadas. El hambre y los bombardeos fueron una constante en la capital. La Casa de Salud de Santa Cristina pasó a llamarse Casa Central de Maternidad y Escuela Oficial de Matronas el 24 de agosto de 1937. Las Hermanas de la Caridad abandonaron el centro y también cambió la composición del Patronato, cuyos miembros anteriores habían abandonado sus puestos al inicio de la contienda. La dirección del Patronato recayó entonces en Dolores Ibárruri, La Pasionaria. La matrona Catalina Mayoral Arroyo fue una de las vocales nombradas por el Ministerio de Educación Pública y Sanidad. El corredor hacia Levante sirvió, a la Oficina Central de Ayuda a los Refugiados (OCEAR), para evacuar a la infancia vulnerable hacia un lugar más amable para vivir que una ciudad en ruinas.

También se crearon refugios para embarazadas, maternidades improvisadas en localidades alejadas del frente, para que las mujeres pudiesen pasar sus últimos días de embarazo, su parto y su puerperio en paz. Una de estas maternidades, se habilitó en el Palacio de los Gosálvez, que había sido abandonado por sus dueños. El palacete estaba situado en la finca «Puente de Don Juan», en el término municipal de Casas de Benítez y cercano a Villalgordo del Júcar, a unos 200 kilómetros de Madrid, en la provincia de Cuenca. Hacia allá partió una expedición de 200 embarazadas madrileñas en diciembre de 1936, junto a la matrona Carmen Parra y la alumna María Gil, de la Casa Central de Maternidad, a las que se puede ver asomadas al balcón. Como muchas madres eran reacias a dejar a sus hijas e hijos pequeños, se las permitió ir acompañadas por los menores de seis años, ya que en un edificio próximo al palacete se instaló también una guardería. A pesar del cuidado que se puso en estas instalaciones, la permanencia en este refugio no fue todo lo plácida que habría esperar: en febrero de 1937 se declaró una epidemia de sarampión en la guardería, falleciendo varios niños, y poco después se desencadenó un incendio, aunque esta vez, afortunadamente, sin consecuencias graves para las personitas acogidas.