Turismo Antártico, la insensatez humana
Después de 10 días intensivos de investigación por distintos enclaves de la península, llegamos como última parada al lugar más visitado de toda la Antártida: Port Locroy. Unos 20.000 turistas bajan cada año a conocer este singular enclave. No hay otro lugar en toda la Antártida en el que se produzcan colas de barcos pidiendo la vez para poder bajar en rigurosos turnos de 50 personas a conocerlo. Uno espera que este enclave sea algo singular y único: el super-nirvana del paisaje, o la mayor concentración de ballenas o de pingüinos emperador o cualquier otro animal antártico sorprendente. Pero nada de eso, se presenta como el museo más austral del mundo, aunque realmente es el supermercado de recuerdos más importante de toda la Antártida. Increíble pero cierto, el lugar más visitado de la Antártida es una tienda para comprar camisetas a 25 dólares, sudaderas a 40 o parches y pines a 10 dólares. Lógicamente a precio de crucero de lujo. También en el Hespérides ha habido tortas por bajar, pero como dice el cocinero del barco, que ha cedido su plaza, “pero si son solo dos casas viejas sin mucho encanto”.
El lugar fue puerto ballenero a principios del siglo pasado, pero quizás lo más singular fue que se constituyo en base militar inglesa durante la II Guerra Mundial en la operación Tabarin para controlar los movimientos de la flota alemana. Este dato parece sacado de la curiosa novela “Antártida 1947. La guerra que nunca existió” de Felipe Boyano, que narra como Hitler utilizó este continente para construir una gran base de submarinos que le sirviera como plataforma para dominar el hemisferio sur. Curioso de leer. Luego pasó a ser base científica del British Antarctic Survey hasta 1962 que fue abandonada. Desde 1996 fue reconstruida y declarada como sitio histórico antártico nº 61. Quizás lo más interesante es la gestión que hace el United Kingdon Antarctic Heritage Trust (www.ukaht.org), una fundación que con el dinero que ingresa de la tienda mantiene cinco refugios y lugares históricos antárticos. Un excelente modelo para replicar en otros sitios. Utilizar los ingresos generados por el turismo para la conservación, en este caso, del patrimonio cultural antártico.
Pero después de todo lo vivido durante estos días con las maravillas de los paisajes y fauna antártica, parece increíble que lo más atractivo para el turista sea el mercadeo de productor antárticos. Al menos no se venden huesos de ballena o sudaderas de piel de foca. Sin duda es un síntoma de que la sociedad moderna está enferma, pues curiosamente este hecho no es aislado. En los últimos años el ranking de los 10 sitios más visitados por los turistas han ido evolucionando desde enclaves naturales a que más de la mitad de ellos sean bases o enclaves como Port Locroy. Es famosa la base ucraniana Vernasdsky por ofrecer vodka “on the rocks with antarctic ice”, y sobre todo por dar barra libre a las turistas si dejan como recuerdo su sujetador. Esta noticia aparecida en muchos medios de comunicación internacionales les está haciendo escalar muchos puestos en este ranking antártico. Es sorprendente y lamentable que estos planteamientos tan «machistas» se conviertan en reclamos para atraer a turistas antárticos.
Nunca he concebido el turismo como un producto de consumo de paisajes o recuerdos. Menos de fotos o selfies. La experiencia turística se vive con todos los sentidos en cada momento y debe estar basada en generar vivencias que dejen profunda huella en nuestros sentidos y en la parte más afectiva de nuestras neuronas. Cada sitio que visitamos debe permanecer en nuestro recuerdo durante mucho tiempo. Si no hay vivencia el olvido es inmediato. Un turismo vivencial frente a un turismo consumista y que, a ser posible, también comprometa con la conservación del patrimonio natural y cultural que se visita.
Javier Benayas, Profesor de Ecología, Universidad Autónoma de Madrid. Colaborador de la Red Española para el Desarrollo Sostenible (REDS)