Evolución humana: relaciones con otras especies y con el ambiente que ocuparon
Los sedimentos depositados en el yacimiento de la Gran Dolina (sierra de Atapuerca, Burgos, España) cubren un lapso de tiempo de más de un millón de años. Algunos de sus niveles geológicos han proporcionado centenares de restos fósiles de las especies que poblaron la sierra de Atapuerca en ciertas épocas del Pleistoceno. Su identificación y estudio permiten obtener datos sobre las condiciones climáticas, la vegetación y la fauna de períodos concretos. Los mamíferos de tamaño grande y mediano fueron capturados tanto por los humanos de entonces como por ciertos depredadores (leones, tigres dientes de sable, hienas y cánidos). En particular, las especies de anfibios, aves, pequeños mamíferos y reptiles son muy similares a las actuales, cuya tolerancia a la temperatura y la humedad es bien conocida. La combinación de restos fósiles de estas especies en un determinado nivel geológico, junto a la presencia de polen de especies vegetales, permite conocer con gran precisión las condiciones ambientales y reconstruir los paisajes en los que vivieron las especies humanas del Pleistoceno. Las arcillas, arenas y limos que forman las diferentes capas sedimentarias también nos informan sobre las condiciones ambientales del pasado. Están relacionados con los fenómenos naturales, como el viento, la lluvia o la temperatura y son, por ello, una fuente muy valiosa de información aun en ausencia de restos fósiles.
Los humanos comenzaron a ocupar la entrada de la cueva hace algo más de 400.000 años. Allí transportaban las piezas capturadas para despiezarlas y compartirlas entre todos los miembros del grupo. También preparaban sus herramientas a partir de bloques de sílex localizados en las cercanías de la cueva, que representaba una referencia espacial y central para el grupo. La caza era muy selectiva. En uno de los niveles arqueológicos solo se han obtenido restos esqueléticos de bisonte. En otros predominan los restos de caballo y de varias especies de cérvidos.
Los humanos que merodeaban por el entorno de la sierra de Atapuerca hace más de 850.000 años no tenían un interés especial por las cuevas y muy probablemente vivían al aire libre. Las herramientas de piedra encontradas en los niveles más antiguos de Gran Dolina son muy escasas. Estos humanos quizá visitaban de manera esporádica esta y otras cavidades de la sierra buscando la carne de algún animal atrapado en su interior. En cambio, predadores y carroñeros han dejado evidencias de su estancia en la entrada de la cueva. Los coprolitos (restos de sus defecaciones fosilizadas) y las dentelladas que se observan en los restos óseos de sus presas son muy frecuentes.
En definitiva, yacimientos como el de la cueva de la Gran Dolina son una fuente de información muy valiosa para comprender la forma de vida, las relaciones con otras especies y el ambiente en el que evolucionaron las especies humanas europeas que nos han precedido.
José Maria Bermudez de Castro, profesor de Investigación del CSIC y codirector del complejo de yacimientos de Atapuerca (Burgos, España)