Octubre 2020
Una mujer en la Expedición filantrópica de la vacuna de la viruela
Con certeza, sabemos muy poco de ella. Se llamaba Isabel, fue Rectora de la Casa de Expósitos de La Coruña y el 30 de noviembre de 1803 embarcó en la corbeta María Pita a las órdenes del Doctor Francisco Xavier de Balmis para cuidar de unos niños, llamados «vacuníferos», que serían el medio de transporte que llevase la vacuna de la viruela a Iberoamérica. La historia, una vez más, se comporta de forma injusta con una mujer; en esta ocasión con la única mujer que formó parte de una de las hazañas más bellas y altruistas de la generosidad española y sin la cual esta expedición nunca hubiese alcanzado el éxito final.
Parece que se apellidaba Cendala Gómez, seguramente viuda, de unos 30 años de edad y es probable que tuviese adoptado a uno de los niños del grupo, Benito Vélez, de los más pequeños. El propio Rey, Carlos IV, autoriza la participación de Isabel en la expedición, según la nota remitida a Ignacio Carrillo, presidente del Hospital de la Caridad, con fecha 14 de octubre de 1803:
«Conformandose el Rey con la propuesta de Vm. y del Director de la expedición destinada a propagar en Yndias la inoculacion de la vacuna, permite S.M. que la Rectora de la Casa de Expósitos de esa Ciudad sea comprehendida en la misma expedición en la clase en Enfermera con el sueldo y aiuda de costa señalada á los Enfermeros, para que cuide durante la navegación de la asistencia y aseo de los Niños, que haian de embarcarse, y cese la repugnancia, que se experimenta en algunos Padres de fiar sus hijos al cuidado de aquellos sin el alivio de una Muger de providad. Con esta fecha paso el aviso correspondiente al Ministerio de hacienda para que la Rectora reciva en esa Ciudad la aiuda que costa de tres mil rs. con destino á su havilitación, y para el abono en Yndias del sueldo de quinientos ps. annuales, contados desde el dia que embarque, y la mitad á su regreso, que deberá ser de cuenta del Erario; y á Vm. lo participa de Rl. Ordenes para la inteligencia de la Junta de caridad, de que es Presidente y noticia de la Ynteresada.»
Su misión, «inculcar confianza y repartir cariño maternal entre los infantes», según recogen Susana Martínez y José Tuell en su trabajo Doña Isabel, la enfermera de la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna, ardua y delicada tarea teniendo en cuenta que los infantes eran 22 niños sanos que no habían contraído la viruela de forma natural y cuyas edades oscilaban entre tres y nueve años de edad. Cuidó de la salud física y mental de todos ellos de forma exquisita, en un entorno poco favorable: embarcados durante varios meses con limitadas posibilidades de expresar su vitalidad, en situaciones climáticas duras, a veces extremas, y vigilando que las sucesivas inoculaciones que brazo a brazo se iban realizando se mantuviesen en condiciones óptimas.
Navegaron desde el 30 de noviembre de 1803 hasta mayo de 1804, haciendo escalas para vacunar y establecer centros de vacunación en las Islas Canarias, Puerto Rico, Caracas y La Habana, y regresando al continente continuaron viaje por tierra hasta llegar a la Ciudad de México.
En 1805 Balmis la reclama para formar parte de una nueva expedición, que llevará la vacuna de la viruela a Filipinas y Macao, en esta ocasión para cuidar y proteger a 26 niños mexicanos. Todo hace pensar que concluida esta misión regresa a México, donde presumiblemente había quedado su hijo. Aquí se pierde su rastro para la historia, aunque es casi seguro (otra incertidumbre más) que no regresó a España.
En el diario de navegación Balmis se refiere a ella en contadas ocasiones, pero siempre para alabar su entrega, dedicación y esfuerzo por el gran trabajo realizado:
«La miserable Rectora que con el excesivo trabajo y rigor de los diferentes climas que hemos recorrido, perdió enteramente su salud, infatigable noche y día ha derramado todas las ternuras de la más sensible Madre sobre los 26 angelitos que tiene a su cuidado, del mismo modo que lo hizo desde La Coruña y en todos los viajes y los ha asistido enteramente en sus continuadas enfermedades» (Informe de Balmis a José Antonio Caballero, Macao, 30 de enero de 1806, f. 4-4v. AGI: IG, 1558-A)
Distintos libros han novelado su historia, y se ha llevado a la gran pantalla bajo el nombre de 22 ángeles (2016). La ficción ha tratado a esta magnífica mujer con más atención que la Ciencia, en particular la Medicina, aunque haya sido considerada pionera en la atención a personas con requerimientos sanitarios y por ello tratada como la primera enfermera de Salud pública de la historia. México otorga anualmente un premio nacional «Isabel Cendala Gómez» a quien se distinga profesionalmente en la actividad de enfermería en cualquiera de sus especialidades y en San Martín Texmelucan (Estado de Puebla) hay una Escuela de Enfermería que lleva su nombre.
Julia González Alonso es médico especialista en Medicina Preventiva y Salud Pública. Ha trabajado en distintos puestos de la administración sanitaria pública, tanto como directora del Servicio Territorial de Bienestar Social en Salamanca de la Junta de Castilla y León, como subdirectora de Promoción de la Salud y Epidemiología del Ministerio de Sanidad y Consumo, y directora del Observatorio español sobre Drogas y otras Adicciones, y del Centro de Documentación de la Delegación del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas. Jubilada en la actualidad, colabora con la UNED en temas de Adicciones.