Julio-Agosto 2019
Preservar la vida: Catalina y el sonajero de su hijo Martín
Un sonajero. Un juguete con forma flor, de colores brillantes, junto a un esqueleto de mujer, de color pardo blanquecino, como la tierra y la cal que le habían cubierto más de 80 años. Estas imágenes fueron tomadas en la Carcavilla, un parque infantil de la ciudad de Palencia, levantado sobre el antiguo cementerio de la ciudad. Allí fueron enterradas 485 víctimas de la represión franquista entre el 20 de julio de 1936 y el 7 de abril de 1941. Quince años después el cementerio se cerró y en los años 80 se levantó un parque municipal, con pistas de deporte, fuentes y columpios que ocultaron las últimas huellas de la guerra civil. Hasta que, en los primeros años del siglo XXI, a la luz del movimiento memorialístico que surgía en España, un grupo de familias reclamó la búsqueda de sus desaparecidos bajo el parque. Gracias a esta iniciativa de la sociedad civil en torno a la que se sumaron distintas instituciones científicas y políticas (Sociedad de Ciencias Aranzadi y el Departamento de Biología de la Facultad de Ciencias de la Universidad Autónoma de Madrid y el Ayuntamiento de Palencia) se organizaron varias exhumaciones que consiguieron recuperar los restos de 108 víctimas, siendo identificadas 67.
Entre ellas estaba Catalina Muñoz Arranz, la única mujer fusilada tras sentencia judicial militar. Según el sumario judicial Catalina fue detenida, acusada por algunos vecinos de haber amenazado a las autoridades y haber lavado la ropa de su marido tras una reyerta con falangistas poco antes de la guerra. Tenía 37 años, se dedicaba a “sus labores” y dejaba cuatro hijos, el más pequeño, Martín, de ocho meses. Fue fusilada el 22 de septiembre de 1936 y enterrada en la sepultura 39 de la fila 4 del Término 1º Sección 3ª, donde fue localizada durante la exhumación en el parque del año 2011. Junto a su cuerpo, además de algunos elementos de vestimenta como botones, corchetes metálicos y las suelas de goma del calzado de la talla 36, destacaba la presencia de un objeto excepcional, un sonajero, el único de estas características recuperado en las más de 600 fosas exhumadas en España hasta la actualidad. Fermín Leizaola, etnógrafo de la Sociedad de Ciencias Aranzadi, confirmó que el material del objeto era celuloide, un plástico que desde su descubrimiento en 1860 fue muy empleado en la fabricación de objetos cotidianos y juguetes. Estaba junto al coxal izquierdo, como si lo llevara en el bolsillo del mandil.
El pasado 22 de junio, en un emotivo homenaje en el mismo parque donde fue la exhumación, fueron entregados los restos identificados y el sonajero a los hijos y nietos de Catalina. Los familiares, según el Derecho Internacional Humanitario tienen derecho a saber lo ocurrido a sus seres queridos, a conocer la verdad y, en el caso de los fallecidos, a recuperar y honrar a sus muertos. Con las exhumaciones, este derecho se satisface y, además, la memoria personal pasa del ámbito privado al público y se convierte en patrimonio común y colectivo.
La obligación social y académica que ampara y satisface este derecho está recogida en el Objetivo 16 de la Agenda 2030 de Naciones Unidas, Promover sociedades justas, pacíficas e inclusivas, Objetivo que enfatiza que «[e]l Estado de derecho y el desarrollo tienen una interrelación significativa y se refuerzan mutuamente», que el caso de la Guerra Civil española y la instauración del dictadura franquista ejemplifica nítidamente, en concreto en relación al retroceso de los derechos de las mujeres durante décadas. Así, Catalina Muñoz Arranz, la única mujer ejecutada en Palencia, la madre de Martín, era recordada en el homenaje como un símbolo que representaba a todas las mujeres que fueron represaliadas en aquellos años y relegadas socialmente durante décadas. Algunas por su militante compromiso político, otras por ser hermanas, esposas, hijas de hombres significados en un ejercicio de responsabilidad transferida, la mayoría por protagonizar otro tipo de disidencias más sutiles y por el hecho de ser mujer.
Esta imagen refleja lo que fueron la represión y la violencia franquista para miles de mujeres. Silencio, ocultación, infancias interrumpidas, familias amputadas, el fin de otra forma incipiente de sociedad.
Almudena García-Rubio es arqueóloga y doctora en Antropología Física por la UAM. La recuperación e identificación de los restos de la Carcavilla —incluidos los de Catalina Muñoz— constituyeron el tema de su Tesis doctoral, defendida en 2017. Ha trabajado en la exhumación de fosas comunes en España desde el año 2003 con la Sociedad de Ciencias Aranzadi y participado en proyectos forenses internacionales. Su otro campo científico de interés es la Arqueología Funeraria, habiendo dirigido excavaciones de cronología diversa, entre ellas, la búsqueda de Miguel de Cervantes en la cripta de las Trinitarias de Madrid. Sobre la identificación de los restos de la Carcavilla puede leerse Búsqueda, exhumación e identificación de represaliados de la Guerra Civil enterrados en el cementerio viejo de Palencia: el proyecto de la Carcavilla, de la autora de esta Pieza y de Luis Ríos. En el marco de la iniciativa de Recuperación de la Memoria Histórica, 424 cuerpos de represaliados de la Guerra Civil española de distintas fosas han sido analizados en la Comisión Docente de Antropología Física del Departamento de Biología de la UAM, también el de Catalina.