Junio 2023

La crisis yanomami: un genocidio anunciado

Las recientes y terribles imágenes de niños indígenas yanomani famélicos en Brasil han conmocionado a todo el mundo. La magnitud de esta catástrofe humanitaria en el territorio yanomani está saliendo ahora a la luz. Durante los últimos cuatro años, al menos 570 niños yanomami menores de cinco años (de una población de unas 27.000 personas) han muerto por malnutrición y proliferan los casos de enfermedades tratables como la malaria y la tuberculosis (se han registrado 44.000 casos de malaria, una prueba de que algunos yanomami han padecido brotes múltiples de esta enfermedad potencialmente letal). Cuando los yanomami enferman, están demasiado débiles para cazar, pescar y cultivar frutas y verduras en sus huertos forestales, y no pueden proveer comida a sus familias. De ahí la terrible malnutrición que afecta a un pueblo autosuficiente en uno de los bosques con más biodiversidad del planeta.

Igual de impactantes son los vídeos de bandas criminales presumiendo de sus ataques a las comunidades yanomami. Algunas regiones del territorio yanomami se han convertido en zona de guerra en las que estos grupos armados y 20.000 mineros operan ilegalmente y con absoluta impunidad. El ejército más grande de Latinoamérica —el brasileño— tiene tres bases militares en el territorio yanomami, pero hizo la vista gorda ante esta guerra abierta. Los mineros han asesinado a yanomamis, incluido a miembros de un grupo no contactado, han violado y abusado sexualmente de mujeres y niñas yanomami, y han envenenado ríos y sus peces con el mercurio tóxico que usan para separar el oro, de tal manera que muchos yanomami que viven cerca de los campamentos mineros ilegales muestran niveles altamente peligrosos de mercurio en su cuerpo. Según la asociación yanomami Hutukara, entre 2019 y 2021 la superficie minada ilegalmente en el territorio yanomami creció en un asombroso 1.963%. 

Esta catástrofe humanitaria de origen humano fue mayormente fomentada por el expresidente Jair Bolsonaro, sus ministros y sus aliados políticos. No sólo ignoraron las cada vez más desesperadas súplicas y denuncias de las organizaciones yanomami, de Survival International y otras ONG por la crisis, sino que fomentaron la invasión activamente. Bolsonaro debilitó las leyes y medidas de protección medioambientales y desmanteló las agencias federales encargadas de proteger a los pueblos indígenas y sus tierras. Su retórica racista incentivó a invasores de todas partes de Brasil, que se sintieron autorizados para saquear las tierras de los indígenas con la seguridad de saber que no tendrían que responder por sus crímenes. Las ONG brasileñas han presentado dos demandas anta la Corte Penal Internacional acusando a Bolsonaro de genocidio de pueblos indígenas. En enero 2023, un juez del Tribunal Supremo de Brasil ordenó a la Fiscalía Federal investigar a miembros del gobierno de Bolsonaro por genocidio y otros crímenes.

¿Cómo se recuperará el pueblo yanomami de este ataque? Mucho depende de cómo el nuevo gobierno del presidente Lula cumpla con sus compromisos para desmantelar todos los campamentos ilegales de mineros auríferos, expulsar a los mineros ilegales de oro y mantenerlos fuera. Esto requiere financiación a largo plazo, planificación estratégica y consultas con las organizaciones y comunidades yanomami, financiación para médicos y agentes sanitarios con la preparación adecuada, y equipos federales de protección equipados con tecnología para monitorizar el territorio, que es el territorio indígena más grande de Brasil. Los ríos y la selva tardarán años en recuperarse de la minería.

Aunque el gobierno ha empezado a expulsar a los mineros, muchas comunidades yanomami se encuentran en un estado crítico debido al impacto de la invasión sobre su salud y sobre sus medios de subsistencia en la selva, pero también son resilientes. Esta resiliencia viene, en parte, de su extraordinario conocimiento ecológico y de su capacidad, pulida durante generaciones, para vivir con autosuficiencia de la selva.

Los hombres y mujeres yanomami son científicos, zoólogos y médicos. Utilizan 500 especies de plantas para comida, medicina, objetos y la construcción de casas, y nueve especies de plantas sólo para atontar a los peces y así poder pescarlos. Pescan 50 tipos de peces y recogen más de 40 tipos de miel silvestre, además de 11 especies de setas. El bosque les da todo lo que necesitan para prosperar.

También son artistas, tejedores y documentalistas: parte de su trabajo se puede ver junto con las fotos icónicas de Claudia Andújar— en la exposición La lucha yanomami, abierta el 27 de mayo en Ciudad de México. 

La vida yanomami está basada en la reciprocidad y la vida colectiva —sus imponentes yanos (casas comunales) pueden albergar varios cientos de personas. Mucha comida se caza y recoge en grupo y se comparte, al igual que sus cuentos, mitos y sueños. Diferentes comunidades y generaciones se reúnen con frecuencia para celebrar festivales como la maduración del pejibaye (Bactris gasipaes) y los ritos funerarios reahu que conmemoran a los muertos.

Cada elemento del mundo natural —animales, aves, insectos, montañas, ríos— tiene un espíritu, que es esencial para el trabajo de los chamanes que procuran mantener el equilibrio y el orden entre los dos mundos diferentes. 

En su monumental libro The Falling Sky (La Caída del Cielo), el chamán yanomami Davi Kopenawa describe los rigores del aprendizaje como chamán, en el que aprendió a tomar yakoana, el rapé alucinógeno que los chamanes usan para comunicarse con los xapiri, los espíritus que ayudan a los chamanes. Los chamanes jóvenes van adquiriendo xapiri, viajando por caminos a la derecha y a la izquierda de la casa de los espíritus, según muestra el dibujo de Davi que ilustra esta Pieza del mes. Se adornan con una rica pintura de annatto (Bixa orellana), con plumaje blanco y plumas de guacamayo escarlatas, y bailan sobre un espejo (en la base del dibujo) que emana una luz brillante. La casa de los espíritus está suspendida «muy arriba en el pecho del cielo. Así los xapiri pueden contemplar el bosque entero». A media que el chamán va llamando a nuevos espíritus, la casa crece. En el ápice de la casa hay dos xapiri de mono araña colgando de sus colas. Davi cuenta cómo sus espíritus chamánicos le acompañaron y guiaron en su largo y arduo viaje hasta las distantes y frías tierras de Europa, donde denunció la destrucción de su pueblo y de su hogar forestal.

Los chamanes y sus xapiri son esenciales, no sólo para restaurar la salud y el bienestar de los yanomami y su bosque, sino también para toda la humanidad en su lucha para combatir el cambio climático, como explica Davi: «Nosotros, los chamanes, cuidamos del cielo para que no se caiga. Cuidamos de la tierra para que no se hunda. Y cuidamos de Motokari (el sol) para que no muramos abrasados. […] Cuidamos de nuestro universo para que podamos seguir viviendo en este mundo. Nosotros y vosotros».

Su libro, escrito con el antropólogo Bruce Albert, es una crítica feroz de la «gente de la mercancía» del Norte industrializado: «La mercancía llena sus pensamientos incluso después de dormirse […] hace que se sientan eufóricos y oscurece el resto de su mente». Es un aviso urgente de que su bienestar y riqueza no pueden ni deben ser a expensas de los pueblos indígenas y de la naturaleza.

Es, sobre todo, un llamamiento apasionado a nosotros los nape, los pueblos no-indígenas, a valorar la diversidad humana además de la biodiversidad.

La lucha de los yanomami todavía no ha terminado. Davi —cuyo nombre en yanomami, Kopenawa, significa avispa— advirtió en EEUU el pasado mes de febrero que los mineros volverán si el gobierno de Brasil no se compromete a proteger la Amazonia a largo plazo. Si colectivamente no lo hacemos, su advertencia es desoladora: «Todos seremos arrastrados a la oscuridad del inframundo, tanto los blancos como el resto de nosotros».

 

Fiona Watson es directora de investigación y campañas de Survival International, el movimiento global por los derechos de los pueblos indígenas. Para conocer cómo apoyar a los yanomami visitar la web de la asociación yanomami Hutukara y para más información, Survival International.

Lecturas adicionales:

Kopenawa D, Albert B. 2013. The Falling Sky: Words of a Yanomami Shaman, Harvard University Press.

Milliken W, Albert B. 1996. The use of medicinal plants by the Yanomami Indians of Brazil’. Economic Botany 50(1): 10-25.