Junio 2021

Insectos y agricultura

La tendencia mundial a concentrar la población humana en las ciudades nos ha alejado de una percepción que las sociedades rurales siempre han mantenido: el mundo está lleno de insectos. Sin embargo, estos abundantes, diversos y ubicuos animales siguen jugando un papel decisivo en la agricultura y no digamos en los ecosistemas más o menos naturales.

Se estima que el número de insectos que simultáneamente viven en el planeta es de unos 10.000.000.000.000.000.000, es decir, 1019  individuos. Una cifra imposible de comprender en su justa dimensión. Pero es que, además, los artrópodos representan cerca del 90 por ciento (y la mayoría son insectos) de la diversidad de especies animales conocidas. Estamos hablando de más de un millón de especies de insectos, y estos números se refieren a las conocidas. De cada tres especies animales, dos son insectos; y se ha considerado que por cada persona existen 300 millones de individuos de estos animales. Además, los insectos se encuentran en todos los medios, aéreo, terrestre y acuático, y, excepto en el medio marino, donde solo se encuentran unas pocas especies, y las zonas extremas polares, los insectos llegan a grandes altitudes y a profundidades del medio edáfico y cavernícola, y se reparten desde el Ecuador a zonas de Groenlandia o de la Antártida.

En relación con las actividades humanas, los insectos son extremadamente relevantes, aunque en la opinión pública suele prevalecer el prejuicio del perjuicio, valga el juego de palabras. En términos económicos, su valor es altísimo. Por ejemplo, y en relación con la agricultura, de cada euro que produce un cultivo de manzana, unos 92 céntimos proceden del servicio de polinización por insectos, entre 80 y 99 céntimos en arándanos, 78 céntimos en el kiwi y casi 50 céntimos en la fresa, y suponen 2.400 millones de euros de valor asociado a la agricultura española, según datos de la FAO. Por otra parte, los insectos son una reserva estratégica de proteínas en la alimentación humana, ya que la entomofagia complementa la dieta de unos dos mil millones de personas, y este papel se incrementará en el futuro.

Sin duda los insectos son también importantes como vectores de enfermedades, algunas de enorme impacto, como la malaria, el dengue o la fiebre amarilla; o como competidores por los productos agrícolas o forestales (plagas). Pero la proporción de especies que causan problemas a los seres humanos es ínfima, no más de un 2 por ciento, aunque destruyan el 15 por ciento de las cosechas, frente a los servicios ecosistémicos de la polinización, el control de plagas, el sustento de las cadenas tróficas terrestres, la degradación de los residuos, etc. En este etcétera hay que incluir actividades humanas como la apicultura, la sericicultura, o la producción de cochinilla y alimento para aves domésticas.

Los insectos tienen también un importante papel cultural, y merecen también por ello nuestra consideración y conservación. Así, forman parte de tradiciones populares y múltiples elementos de la cultura a lo largo del planeta, desde las fábulas europeas a la mitología maya o china, muchas ligadas al mundo rural agrícola o ganadero.

Empieza a ser un lugar común que la diversidad de insectos decae por todas partes, y en términos generales es un hecho irrefutable. Y España no es una excepción, sino más bien el triste paradigma. Muchos son los factores que están causando este declive en las poblaciones de insectos, empobreciendo la diversidad y hasta extinguiendo especies. El cambio global se manifiesta en este caso en la dispersión de las especies invasoras, competidoras aventajadas sobre la fauna autóctona, el empleo de plaguicidas, herbicidas y otros venenos, la intensificación de los cultivos con el consiguiente retroceso de las prácticas agrícolas tradicionales, la puesta en explotación de grandes extensiones de bosques y praderas hasta ahora libres de estas agresivas prácticas agrícolas o ganaderas, generalmente para monocultivos de soja, maíz y palma, o para una producción de vacuno totalmente insostenible.

La imagen que ilustra esta Pieza corresponde a Xylocopa violacea, un así llamado popularmente«abejorro carpintero» que poliniza numerosas especies silvestres y cultivadas, y se ve particularmente atraído por las leguminosas, aunque es un polinizador generalista. En los huertos son eficientes polinizadores de plantas de berenjena, tomate y otras hortalizas, y son asiduos visitantes de los jardines con glicinias (Wisteria sinensis).

Los abejorros carpinteros construyen sus nidos dentro de la madera, en la que taladran túneles haciendo vibrar el cuerpo mientras raspan con sus mandíbulas. Cada nido tiene una sola entrada, aunque puede estar conectado a varios túneles adyacentes. El tubo sirve de nido para las crías y de almacenaje para su alimento.

Ojalá la imagen de este abejorro solitario despierte nuestro interés por el beneficioso papel de los insectos polinizadores.

 

José Luis Viejo Montesinos es catedrático de Zoología del Departamento de Biología de la Universidad Autónoma de Madrid. Su área de especialización es la Entomología, campo en el que trabaja desde hace cuarenta años en faunística, ecología y conservación de lepidópteros. Imparte docencia de numerosas asignaturas de los grados de Biología y de Ciencias Ambientales, y de los másteres de Biodiversidad y de Formación del Profesorado en Secundaria. Pertenece al Consejo Editorial de diversas publicaciones, como Graellsia o Shilap, y ha sido secretario de la Asociación Española de Entomología de 2001 a 2009 y presidente de la Real Sociedad Española de Historia Natural de 2005 a 2010. 

Por su parte, Juan Carlos del Villar, cuya fotografía ilustra esta Pieza, es miembro destacado de Fotógrafos de la Naturaleza de Madrid, Fonamad. Ha publicado fotografías en diversos libros y revistas, y participado en numerosas exposiciones. Su especialidad es la fotografía de la naturaleza, en particular de aves e insectos de la Sierra de Guadarrama (Madrid).