¿Una institución desamparada?
II.De la Inclusa a Sotillo de la Adrada
La historiografía de la Inclusa de la Madrid, sita en la calle Mesón de Paredes número 74, y de otras fundaciones caritativas —con alguna que otra loable excepción— no se cansa de repetir dos tópicos: primero, que el abandono de niños está motivado por la pobreza, término impreciso y de poco valor explicativo donde lo haya. Segundo, que las instituciones benéficas funcionan mal por falta de recursos.
Ese segundo argumento, aquel de los escasos fondos, ya lo aduce Pedro Felipe Monlau y Roca en su obra Madrid en la Mano de 1850. Al mismo tiempo refiere el gran éxito de lo que se hacía para llenar las arcas de la casa, así como la cuestación de semana santa en las puertas de los templos que había aportado unos 171.227 reales. La organizó la Junta de Damas de Honor y Mérito que regía la casa junto a una sociedad económica. La venta y rifa en beneficio de la Inclusa solía tener lugar en el mes de febrero y quedó representada en una revista de 1857 (ver imagen de la derecha).
Por triste que fuera el destino de los niños de la Inclusa, no les faltaba la atención pública. La Inclusa no solo dio nombre a todo un distrito que englobaba los barrios Rastro, Peñón, Arganzuela, Huerta del Bayo, de la Encomienda, Cabestreros, Embajadores, Caravaca y de la Comadre. El Diario oficial de avisos de Madrid daba todos los meses un balance del estado de las criaturas de la Inclusa, junto a las limosnas asignadas a la casa, ya revelando el nombre de los bienhechores, ya cubriéndolo con el velo del anonimato. Incluso se da la lista de dádivas en especie: arrope, jamones, pavos, quesos…
Gracias a ese mismo Diario oficial de avisos de Madrid conocemos el balance total de finales de mes de febrero de 1859 y los cambios que se habían producido desde enero: A finales de enero, pues, la institución cuidaba del destino de 5.555 niños criados fuera de la casa, y de 77 atendidos puertas adentro. En todo el mes de febrero ingresaron 175 niños y murieron 133 (87 fuera de la casa y 34 en ella), cinco fueron remitidos al Colegio de Desamparados y cuatro al Colegio de nuestra Señora de la Paz. En esas últimas instituciones se educaban los niños que habían logrado llegar a los siete años de edad. Tres niños de la Inclusa, por otra parte, fueron devueltos a sus padres.
Si hemos de dar crédito a autores de la talla de Galdós, más de un niño criado en la Inclusa gozaba de trato privilegiado por el amparo en moneda sonante deparado por algún bienhechor o bienhechora que habían hecho posible su existencia. [Wolfram Aichinger.]