Pozos de Santa Casilda (Salinillas de la Bureba, Burgos)
IV. Imaginarios colectivos
La vida de santa Casilda se halla envuelta en un halo legendario, y los escasos datos que aporta la tradición dificultan una reconstrucción histórica precisa. Únicamente puede situarse su existencia en el siglo XI, sin mayor concreción cronológica. No existen referencias documentales a su figura hasta el siglo XIV, momento en el que surge la narración que la identifica como hija de un rey musulmán de Toledo. La joven lo desobedece por su compasión hacia los cristianos encarcelados, a quienes asistía caritativamente en secreto. Según la hagiografía, en una ocasión fue sorprendida por su padre mientras transportaba alimentos para los cautivos. Para evitar ser descubierta, se produjo un milagro: los panes que llevaba ocultos en su regazo se transformaron en flores.
Posteriormente, Casilda cayó gravemente enferma por «flujos de sangre» (sangrado vaginal anormal) y, ante la ineficacia de los tratamientos médicos, su padre consintió en trasladarla al santuario dedicado a san Vicente mártir próximo a Briviesca (Burgos), cuyas aguas eran consideradas curativas por los cristianos. Tras experimentar una recuperación milagrosa, Casilda decidió recibir el bautismo y adoptó una vida eremítica en las inmediaciones de los dos manantiales con pozo (o lago) y fuente . Se dice que vivió hasta una edad muy avanzada, aunque no se puede establecer la fecha exacta de su muerte. Fue sepultada en la iglesia de San Vicente que se transforma en santuario de Santa Casilda, el 21 de agosto de 1750. Sus reliquias se depositaron en una nueva urna, obra de Diego de Siloé con su imagen como yacente.
Desconocemos si la santa sufría de trastornos hormonales y funcionales —dismenorrea, síndrome de ovario poliquístico o anovulación crónica— o padecía una patología uterina —miomas uterinos (fibromas), pólipos endometriales o cervicales, hiperplasia endometrial, cáncer de endometrio o cáncer de cuello uterino—, pero se sanó bañándose en el pazo que popularmente se llegó a llamar «negro». Se dice que los que la imitan se sanan de cualquier dolencia y, especialmente, de los «flujos de sangre», ya que la tradición la ha hecho abogada de las enfermedades ginecológicas y de la fertilidad. De hecho, las personas que desean descendencia pueden lanzar una piedra o una teja desde un terraplén en las inmediaciones del santuario al pozo conocido como «blanco», en la misma senda que el Pozo negro, y la princesa eremita y santa les concederá la gracia. El santuario tiene una sala de exvotos ofrecidos por personas que agradecen la sanación o la fecundidad (por propiciar la concepción, por proteger el embarazo y por solucionar el parto).
Juan Cantón Salazar y Setien, canónigo de la Catedral de Burgos, publica en 1724 El pasmo de caridad y prodigio de Toledo. Vida y milagros de Santa Casilda Virgen , obra en la que da buena cuenta de cómo la santa recobra la salud física y espiritual tras bañarse en el lago milagroso y matiza las diferencias entre los dos pozos:
«Lo que no es cierto, es lo que afirma del pozo blanco, ó cristalino, que tiene virtud para sanar de fluxo de sangre, pues este solo tiene virtud para la fecundidad de las mugeres estériles y aqui echan piedras para este efecto, conque han logrado muchas lo que en muchos años no avian podido conseguir. En quanto al fluxo de sangre, y otras enfermedades, el Lago donde están los Zespedes, es el que tiene virtud para la sanidad de estas; y así, los que la han logrado, ha sido bañandose en él, ó lavando sus camisas. La primera, que logró verse libre del fluxo de sangre, fue nuestra Santa, bañandose en él […]» (p. 224).
Con el caminar de los siglos, las aguas fueron impregnándose de leyenda. Primero, por la huella sagrada de san Vicente, que les dispensó su virtud taumatúrgica. Luego, desde el siglo XV, la figura luminosa de Casilda recogió aquel legado, haciendo suyos los pozos. La memoria popular, fiel guardiana de lo prodigioso, mantuvo vivos los relatos de ambos santos; pero fue la repercusión de los milagros de Casilda la que, como un murmullo persistente, terminó por apropiarse hasta hoy de estas aguas. En el primer cuarto del siglo XXI todavía hay personas arrojan la piedra o la teja y, teniendo fe en que la intercesión de la santa ha surtido su efecto, llevan un exvoto agradeciendo el nacimiento de un hijo. [M.ª Pilar Panero García.]