Nacimientos extraordinarios en Sotillo de la Adrada

Nacimientos extraordinarios en Sotillo de la Adrada
1913. «Campesino acarreando paja y niña acarreando agua», Julio Sánchez Gil y César Fernández Jiménez: Fuente: Colección de fotos familia García-Blanco y Navamorcuende © Julio Sánchez Gil

Nacimientos extraordinarios en Sotillo de la Adrada

I.Ritmos de vida y muerte en un pueblo de la Sierra

 En Sotillo, a mediados del siglo XIX, la mayoría de los niños nacen en hogares de casados, la madre es asistida por una matrona del pueblo, por unas vecinas comadres y por sus parientes más cercanos. En tales casos, el oficiante se contenta con anotar la fecha y los nombres de padres, abuelos y padrinos en la partida de bautismo.

Hay casos, sin embargo, que no entran en el molde de la fórmula prevista. A veces el párroco cree necesaria una aclaración adicional, abriendo así una breve ventana a la vida, sus peripecias y variedades. Así, por ejemplo, el 31 de octubre de 1858, el cura párroco bautiza «solemnemente a una niña que nació esta mañana en un pajar». Esa niña, María del Carmen, anota el clérigo, es hija legítima «de un gitano llamado Juan Bustamante, natural de Almenara, provincia de Valencia, y Juana Magallares, de Navalcarnero, Ávila».

En cuanto a los expósitos, Sotillo no solo acoge a niños abandonados en las ciudad; también hay exposición de recién nacidos que con toda probabilidad nacieron en el mismo lugar. De este modo, el 22 de febrero de 1841 el párroco bautizó solemnemente a una niña «que se halló ayer mañana a cosa de las siete colgada a la puerta de Justo Juárez de esta vecindad (en un esportillo) que parecía tener ya tres o cuatro días con una cédula que decía lleva agua de socorro». Le puso por nombre Petra de la Yglesia. Un caso parecido se asentó el 18 de julio de 1848, día en que don Andrés Vadillo del Tejar bautizó una niña con el nombre de Carmen de la Santa Trinidad y anotó que «apareció la mañana del quince [de julio de 1848] colgada a la puerta de Paula Díaz, viuda de Juan Peinado» y que tendría unos tres o cuatro días de edad.

Cuentan en los pueblos que un niño encontrado delante de una puerta en unos cuantos casos había nacido «dentro de esa misma casa» y que la que se presentaba como nodriza y tutora también era madre. «Nadar guardando la ropa», según el modelo de Jocabed, madre y nodriza al mismo tiempo de su hijo expósito Moisés, salvado de las aguas por la hija del faraón.

También podría ser que, en el primero de los casos, la madre hubiera decidido —una vez otorgadas al niño las primeras atenciones— recordar al padre sus responsabilidades colgándole a su hija en su puerta: «Quien hizo el cohombro que lo lleve en el hombro», sería el comentario malicioso de algún personaje de comedia de Lope de Vega.

Podría conjeturarse que los asuntos que ponían a prueba los principios de la moralidad pública en los pueblos se solucionaban con las obligaciones derivadas de vínculos de sangre, ya fueran públicos o secretos. La Casa Cuna es un fenómeno muy urbano, pertenece a un espacio de creciente anonimato y lazos familiares que se han vuelto más tenues. Forma parte de un espacio en que la familia, vigilante y protectora a la vez, se halla lejos de una criada, sirvienta o trabajadora inmigrada del campo, donde ya no se presta a arreglar los asuntos delicados de la convivencia. [Wolfram Aichinger.]