Leche de quince meses
I. Ritmos de vida y muerte en un pueblo de la Sierra
Casada, con un esposo labrador, gozando de buena salud y fama de buena conducta, dispuesta a dar leche de quince meses. Miles de mujeres del campo que cumplían con esas o muy parecidas características franquearon el umbral que solía separar lo casero del mundo de los papeles despachados por médicos, alcaldes o párrocos, convirtiendo su leche en mercancía, en un asunto que enlazaba la economía de los pueblos con los pecados y la beneficencia de la capital. Esas madres y amas solían tener alrededor de treinta años, así que es de suponer que el niño expósito iba a contar con hermanos de leche.
Hay certificados que afirman que la leche ofrecida provenía de la lactancia de un niño fallecido, al cabo de pocas semanas o meses de vida, variando, pues, la edad del líquido. Este es un grupo que abarcaría un 12% de los casos. El segundo grupo es mucho más amplio. Lo conforman las mujeres que se declaraban portadoras de leche de quince meses —¡y es notable la alta frecuencia con que damos con esta cifra!— ¿Podría ser que los testimonios sobre nodrizas rurales también fueran valiosas evidencias de unos ciclos de lactancia y destete seguidos por muchas mujeres comunes, entre ellas Paula Martín, nodriza de Juan Bautista de la Concepción? Los ritmos de sus partos y de la acogida del niño de la Inclusa bien cuadran con una alimentación de pecho materno de alrededor de un año y cuarto. [Wolfram Aichinger y Anna Sophie Herrnhofer.]