El Huerto Comunitario de Manoteras, ese huerto verbenero
Hay algo muy especial en torno al alimento. El alimento nos liga a la Tierra y también entre nosotros. Y cuando un grupo de gente ha sido capaz de hacer crecer la comida con su esfuerzo conjunto y luego la comparte se propician lazos duraderos y parece que todo sabe mejor. Es la satisfacción de lograr algo vital con tus manos y esfuerzo, lo que te proporciona la convicción de tus capacidades y la confianza en el poder del grupo, capaces juntos de vencer cualquier límite.
Comer juntas al aire libre, rodeadas por las hortalizas, flores y árboles que hemos visto nacer o crecer es una experiencia tan peculiar en nuestro entorno urbano que eso lo vuelve mágico. Es parte de la vida, a veces idealizada, del pueblo que los huertos urbanos están recuperando de algún modo. En medio del asfalto crecen entornos de vida comunitaria que nos devuelven a los usos de antaño.
Al igual que existe el concepto de «lengua materna» deberíamos crear otro parecido en cuanto a la comida. Una de las cosas que más echa uno de menos cuando va a vivir a otro país es la «cocina de casa». Los sabores de la infancia se quedan asociados en nuestra memoria al hogar, a lo propio.
En los momentos así —como el de la foto— que hemos vivido en nuestro huerto hemos regresado al hogar de todos. Guisos, paellas, la comida que trae cada uno de casa… Crean también memoria colectiva, dejan huella indeleble más allá del paladar.