«Dados a criar» en febrero de 1859

«Dados a criar» en febrero de 1859
1859. Inclusa de Madrid, «Registro de amas. Dados a criar en febrero de 1859», ‘Family Search’, Archivo Regional de la Comunidad de Madrid, Expósitos y huérfanos, Archivo Regional de la Comunidad de Madrid, ARCM_027_0011_0010301_001, 1856-1859, Film-Nr. 106103114, Imagen 193. La imagen da los nombres y destinos de todos los niños enviados a algún pueblo de los alrededores de Madrid el 27 y 28 de febrero de 1859 © Archivo Regional de la Comunidad de Madrid

«Dados a criar» en febrero de 1859

II.De la Inclusa a Sotillo de la Adrada

El 27 de febrero ocho niños son «dados a criar» a un ama residente en una de las provincias circundantes de Madrid. Dos se llevarán a Fuente el Saz de Jarama (Madrid), uno a Fuentenovilla (Guadalajara), uno a Trillo (Guadalajara), dos a Sotillo de la Adrada (Ávila), dos a Mazuecos (Guadalajara). El día 28 son siete: dos a Ucero (Soria), dos a Valle de Tabladillo (Segovia), uno a Belinchón (Cuenca), Alcozar (Soria) y San Juan del Molinillo (Ávila).

Al final de la hoja se aprecia el número total de niños enviados a los pueblos en el mes de febrero: 74 varones y 61 féminas, en total son 135 párvulos, una media de 4,8 por día. En todo el año 1859 murieron 1.229 niños de la Inclusa dispersos por Castilla. En este mismo año un número de 1.406 bebés habían partido de la casa de beneficencia a un destino rural, es decir, la muerte mantiene con la vida una proporción del 87,4%.

El Valle del Tiétar entra en la órbita de la Inclusa de Madrid después de 1850. Pero una vez introducido el oficio de ama de cría para niños de fuera, aumentan tanto las unas como los otros. En 1859 se conducen tres niños a Sotillo de la Adrada, y muere un inclusero en el 1863 llegan catorce y mueren quince. En Pedro Bernardo, lugar más grande de la misma zona, el incremento es aún más espectacular. La cifra sube de cero en 1854 a diecisiete en 1855 y alcanza un pico de 87 el año siguiente; luego desciende, pero se mantiene a un nivel alto: son 75 acogidas en1857, 49 en 1858 y 36 en 1859. Al sumar los párvulos muertos del año 1858, el párroco de Pedro Bernardo incluso establece una categoría especial para los niños de la Inclusa. Conforman un grupo de 57 muertes, frente a los 67 niños nacidos y fallecidos en el lugar.

Hasta comienzos de la década ninguno de los dos municipios había sido residencia de expósitos. ¿Cuáles serían las razones? Podrían confluir varias en estos años de pujanza económica y grandes transformaciones en el trabajo, las comunicaciones y el estilo de vida: una creciente demanda de nodrizas conforme crecía la capital, con sus hogares burgueses y su población de criadas, sirvientas, aguadoras, lavanderas, verduleras, costureras y trabajadoras de fábrica. La construcción de líneas de tren y la mejora de carreteras y caminos que acorta la distancia entre Madrid —91 kilómetros a Sotillo de la Adrada— y los pueblos de las sierras. Acaso entró en juego la búsqueda de un destino donde los niños «dados a criar» tuvieran más posibilidades de sobrevivir, eligiéndose pueblos con veranos menos calurosos y condiciones de vida más salubres. Algunas villas adquirieron fama de «tener buena leche», mientras que otros sitios caían bajo la sospecha de ser aún más mortíferos para un desamparado que otros. Para un análisis refinado habría que dilucidar la estructura los cambios históricos en cada lugar, con sus manufacturas, artesanía, labores agrícolas, coyunturas económicas, contaminación de aguas y aire por industrias locales, o también el reparto de tareas entre mujeres y hombres. Pedro Bernardo, por ejemplo, pueblo cercano a Sotillo en el Valle del Tiétar, todavía mantenía restos de una importante industria textil en el siglo XIX.

La lactancia rural de expósitos de la ciudad parece haberse propagado de manera viral. Era una estrategia que se acomodaba bien a las circunstancias de esos lugares o al modo de vida de determinado grupo, pero solo se llegó a implantarse con fuerza a partir del momento en que confluyeron todos los requisitos necesarios y alguien dio el impulso inicial. Cierto es que ya antes que llegaran los incluseros y fueran amamantados por dinero, era muy usual que las mujeres dieran la teta al hijo de otra —una prima, una hermana, una amiga que no podían lactar por el motivo que fuera—. No siempre se pagaba por tal favor, pero se tenía muy en cuenta en la creación de redes de apoyo mutuo que tanto importaban en las pequeñas comunidades.

Es de notar que, en muchas fechas, más de un expósito parte para la misma destinación. Así, el 27 de febrero de 1859 dos niños fueron llevados a Sotillo de la Adrada; dos a Fuente el Saz, dos a Mazuecos (recogidos por dos mujeres del mismo apellido: por Paula Ibares e Isabel Ibares). Aquellas mujeres no emprendían solas el fatigoso camino a Madrid, iban en parejas o en grupitos, iban juntas con una amiga, una prima o una hermana. [Wolfram Aichinger.]