Arpa y panceta
Hemos transformado un descampado en un teatro, centro de ocio y cultural; hemos devuelto al barrio un espacio de sociabilización, gratuito y cuidado; hemos fomentado el trabajo colectivo, tan distinto al modelo neoliberal e individualista en el que vivimos, y hemos conseguido acercar la cultura de forma gratuita a un barrio periférico desatendido por la Administración en este sentido.
Como es un festival gratuito, conseguimos que, personas que de forma habitual no tienen acceso a contenidos culturales, puedan disfrutar de un concierto de música clásica, que lloran con un espectáculo de ópera, de personas mayores entregadas a la creatividad de los raperos, o la fuerza y energía del punk o de rock, o a la intimidad de lecturas de poesía o relatos.
Nos autofinanciamos con la venta de bebidas, camisetas, chapas, tazas…; dinero que se destina al huerto y a mejorar el escenario, las gradas y el equipo de luz y sonido. Quienes arrimamos el hombro lo hacemos de forma altruista; así se lo transmitimos a los artistas, que lo entienden y participan.
Este el caso de Víctor Santal, el llamado arpista del Palacio Real. Lo convencimos para que viniera a actuar. «¿A Manoteras?» —nos preguntaba asombrado, como si fuera una aldea recóndita de algún país exótico—. No se había visto nunca un arpa en el barrio y la gente acabó emocionada.
Víctor (y Marta Ponce) han repetido un montón de años con nosotras y con él acuñamos un lema para nuestro festival: Arpa y panceta. Pensamos que escuchar un concierto, por muy elitista que pudiera parecer, siempre es más agradable comiendo un bocata y tomando una cerveza, que es algo como muy «de fiesta de barrio». Así que con arpa y panceta mezclamos los dos conceptos: somos barrio y ofrecemos arte.