Amores de mayo, partos de invierno
I. Ritmos de vida y muerte en un pueblo de la Sierra
«Cada año por los Ramos enviuda, y por los Reyes pare, la criada de mi compadre (Tenía amor con su criada; dejábala el domingo de Ramos; después de Pascua tornaba a ella y hacíala preñada, y venía a parir por los Reyes).»
Gonzalo Correas (1571-1631), Vocabulario de refranes y frases proverbiales
«¡Que se nos va la Pascua, mozas,
Que se nos va la Pascua!»
Luis de Góngora
Antes de que la gente migrara a las ciudades y España se convirtiera en un país de estilo de vida occidental, nacían más niños en otoño tardío y en la primavera temprana; el verano era la temporada del año en que menos se daba a luz.
Hay toda una gama de posibles explicaciones para esto: una mayor fecundabilidad en la primavera, un patrón familiar que se observaba en varias generaciones, fiestas y días de pago de criados y pastores que les incitaban a gastos y desmadres en compañía del sexo opuesto… También se ha argüido que el ciclo de los trabajos agrícolas demandaba que las mujeres no estuvieran confinadas cuando más se las necesitaba para otras labores.
En sus estudios sobre los nacimientos en la temprana Edad Moderna, Ángel Torrents observa un declive de las concepciones a partir de julio, y que se hace patente desde agosto hasta el final del año. Los que renunciaban al sexo en pleno verano habrían contado con el beneplácito de ese almanaque tan popular que fue el Lunario y pronóstico perpetuo de Gerónimo Cortés, publicado desde finales del siglo XVI y todavía hasta comienzos del XIX. Es tajante en sus consejos acerca de lo que se debe evitar en el mes de agosto: «en este mes es dañosísima la compañía de las mujeres».
El calendario religioso pide castidad para Adviento, Cuaresma, domingos, viernes y días de importantes festividades de la Iglesia. Es un calendario —de origen precristiano seguramente— que divide el año en tiempos de bailes, rondas, jolgorio y permisividad y otros dedicados al ayuno, recogimiento y obras de caridad. El Libro de buen amor de Juan Ruiz, arcipreste de Hita, escrito a comienzos del siglo XIV, mueve a sus figuras al ritmo del carnaval, de la cuaresma, de las celebraciones en honor a don Amor que se inician a partir de la Pascua mayor. Es en esta fecha cuando el Arcipreste se lanza a la búsqueda de aventuras eróticas. Punto culminante de la estación del amor sería la noche de San Juan, noche en que —así en Cervantes— las mozas citan al novio que el gran santo eligiera para ella con un pie en un barreño de agua.
Si es cierto que Carnaval engendra muchos hijos, entonces quedaría explicado el pico de nacimientos en octubre, noviembre o diciembre. ¡Y no se busque más precisión puesto que el Carnaval depende de la Pascua y la Pascua la rige la inconstante Luna —¡lo mismo que todas las fiestas móviles antes y después de Pascua!—. El niño nacido el cuatro de diciembre 1856 —año de Carnaval muy tardío—, por ejemplo, probablemente es fruto de Don Carnal; un niño con la misma fecha de nacimiento del año 1818 —con un Miércoles de ceniza muy temprano— habría sido concebido ya en plena Cuaresma.
Juan Bautista de la Concepción, el niño de la Inclusa de Madrid, nació el 14 de febrero. Su madre, cuyo nombre nunca llegaremos a conocer, concibió pues en el mes de mayo de 1858. [Wolfram Aichinger.]