Abuelas

Abuelas
Siglo XIV. «Santa Ana, la Virgen y el Niño». Anónimo. El niño dirige su mirada a la rosa que sostiene la abuela Ana. Ésta lleva toca de viuda con un velo encima. El arte religioso de la temprana Edad Moderna brinda una ingente cantidad de obras que muestran el vínculo entre las tres generaciones de abuela, madre y nieto © Museo del Prado.

Abuelas

I.Ritmos de vida y muerte en un pueblo de la Sierra

 

«Pastor-Serrana: Sant’Ana, su agüela,/ vístele la faxuela,/ bonito, / la gala del Ninyo, chequito,/ bonito.»

Diego Sánchez de Badajoz, Farsa del juego de cañas, siglo XVI

«Madre e hija caben en una camisa.»

Gonzalo Correas (1571-1631), Vocabulario de refranes y frases proverbiales

 

Los partos difíciles dejan más rastro en los libros de las parroquias que aquellos que transcurren sin mayores incidencias. Esto conlleva el riesgo de que exageremos el peso de ciertos hechos, ciertas eventualidades tales como la mortalidad materna en los partos. Pero, al apuntar lo excepcional o no tan frecuente, los cronistas también pueden regalarnos detalles de la vida que de otro modo hubieran permanecido sin huella escrita. Un ejemplo serían la presencia y el protagonismo de las abuelas en el escenario del parto.

Este protagonismo queda patente en lo que anotaban algunos párrocos sobre los bautismos de urgencia —actos sacramentales llevados a cabo nada más nacer el niño, rituales en ausencia del párroco, pero de los cuales le importaba dejar precisa constancia—. Ahora bien, no pocas veces era la abuela quien informaba sobre el líquido usado en un bautismo de emergencia, la fórmula pronunciada o la parte de la criatura sobre la que se vertía el «agua de socorro».

¿Es posible que, en los cuartos de parir, al lado de la matrona, soliera gobernar la madre de la madre (ocasionalmente junto a la del padre)? Los cuentos de la gente mayor lo confirman, como también lo confirma el hecho bastantes veces referido de que una matrona solía aprender el oficio de su madre, pasando así conocimiento y experiencia de las mujeres mayores a las más jóvenes. Si bien las abuelas no vivían en la misma casa que las hijas (o solo pasaban a su cuidado ya muy mayores), las de un pueblo como Sotillo de la Adrada solían residir en la misma localidad. La interacción y cooperación entre las generaciones era continua y adoptaba muchas formas; reflejo de ello es el hecho de que un buen número de abuelas y abuelos figuraran como madrinas o padrinos de sus nietos.

Ahora bien, ¿qué probabilidad había de que un niño naciera con una o dos abuelas vivas en el siglo XIX? Tenemos resultados para Pedro Bernardo, pueblo a poca distancia de Sotillo, donde el párroco Toribio del Barrio dejó unos registros muy completos entre 1850 y 1861, que permiten separar los abuelos vivos de los difuntos.

Los hallazgos más importantes son estos: De todos los abuelos, maternos y paternos, un 52% estaban todavía vivos al nacer un nieto. El 63% de las abuelas maternas vivían cuando sus hijas dieron a luz, y un 53% de las paternas cuando a las nueras les vino su hora más temida. Un 80% de los niños que nacieron contaban por lo menos con una abuela viva: el 37% con solo una y el 43% con las dos.

Las diferencias entre la línea materna y la paterna tienen su explicación: los novios solían llevar algunos años a las novias al casarse y, por tanto, las abuelas paternas, por regla general, eran ya mayores cuando nacían los nietos. [Wolfram Aichinger, Karolina Kaniewska, Flora Menslin, Walburga Plunger, Barbara Rytsk, Fernando Sanz-Lázaro y Sophie Winklehner.]