Abril 2021

Modelos de mestizaje en el noroeste mexicano
Para estudiar el mestizaje humano desde el punto de vista genético, América constituye un referente. Dentro de este espacio destacan regiones de especial interés, como el noroeste de México, que comprende los actuales Estados mexicanos de Baja California, Sinaloa, Sonora y Chihuahua. Por esta región transitaron los primeros pobladores americanos; además, ha sido un espacio colector de poblaciones procedentes diferentes regiones del mundo. De hecho, actualmente se considera que la composición genética de los mestizos del Nuevo Mundo, entre ellos los del noroeste mexicano, se ajusta a un modelo trihíbrido, que postula que sobre un sustrato aborigen ancestral se superponen poblaciones europeas y africanas.
Por otra parte, y desde hace unas décadas, se han caracterizado genéticamente poblaciones de todo el mundo a través del sistema HLA (Sistema de Histocompatibilidad Humana), responsable de la defensa humana ante agentes patógenos y relacionado con el rechazo o aceptación de órganos trasplantados. Esta información aunada al desarrollo de software específicos permite explorar los modelos de mestizaje más allá del vigente modelo trihíbrido. La metodología consiste en determinar qué modelo de mestizaje, teniendo en cuenta diferente número de poblaciones parentales, justifica la actual diversidad genética de las poblaciones mestizas de la Baja California. Para ello se utilizaron, como poblaciones de referencia indígenas, tres grupos amerindios procedentes de los Estados de Chihuahua, Durango y Sonora: los rarámuri o tarahumaras, que habitan las agrestes regiones de la Sierra Madre Occidental; los seris, población asentada principalmente en la desembocadura del río San Ignacio y en la isla Tiburón, en el Golfo de California; y, por último, los mayos, que habitan las regiones costeras entre los ríos Mayo y Fuerte. Para el resto de poblaciones de referencia se han utilizado individuos de la Península Ibérica como representantes europeos; poblaciones del Cuerno de África, que marcarán la ascendencia africana; el grupo étnico han, procedente de China continental, como representantes asiáticos; y, por último, los pueblos aborígenes australianos como población parental de procedencia oceánica.
Aplicando estos principios al noroeste mexicano, los resultados se ajustan inequívocamente a un modelo pentahíbrido de mestizaje, es decir, intervinieron al menos cinco poblaciones parentales para configurar la estructura genética de las poblaciones mestizas de la Baja California. Pero estas aportaciones se realizaron en periodos de tiempo distintos, lo que nos permite plantear, explorar y reconstruir la cronología de eventos históricos y demográficos.
Se parte de un sustrato amerindio ancestral procedente de Asia y que llegó al nuevo continente atravesando el Estrecho de Bering hace unos 15.000 años. Sobre este sustrato se solaparon poblaciones europeas que llegaron a la región a principios del siglo XVI y que arrastraron, mediante el tráfico de esclavos, poblaciones africanas. A partir del siglo XVII se incorporó la cuarta población de referencia, la asiática. La presencia de este último componente podría estar relacionada con poblaciones principalmente filipinas, que llegaron a las costas de la Baja California a través del denominado «Galeón de Manila», ruta comercial marítima abierta por los españoles entre América y Asia. Aunque existe otra alternativa: que este colectivo procediese de China y llegara en el siglo XIX, durante el desarrollo industrial de la región.
Pero la presencia de un ínfimo sustrato australiano constituye un interesante problema antropológico, con tres posibles explicaciones no necesariamente excluyentes. Por una parte, el aporte puedo ser reciente y se realizaría a través de individuos mestizos procedentes de esa región. Una de las propuestas alternativas obliga a reevaluar la hipótesis del poblamiento temprano de América. Esta teoría defiende la idea de que los primeros pobladores del continente cruzaron el Estrecho de Bering hace entre 40.000 y 45.000 años. Se trataría de grupos pertenecientes al mismo tronco genético que los humanos que colonizaron Sahul (Australia y Papúa Nueva Guinea). Este colectivo arcaico estaría representado en América por los pericúes, grupo humano caracterizado por un cráneo alargado o dolicocráneo. Este pueblo se distribuyó en las regiones meridionales de la Baja California y desapareció en el siglo XVIII. Un interesante detalle a destacar es que los jesuitas que acompañaron a los primeros exploradores europeos de la Baja California —entre ellos, Hernán Cortés— los describen como un grupo muy alejado cultural, lingüística y socialmente del resto de grupos de la Península.
Pero existe una tercera explicación, la posibilidad de un contacto transoceánico entre las islas del Pacífico y el nuevo continente. Esta idea la planteó el noruego Thor Heyerdahl en 1947 en la ya mítica expedición de la Kon-tiki. El explorador nórdico construyó una balsa según las técnicas indígenas tradicionales y en 101 días de navegación completo la ruta desde Perú hasta el Atolón de Tuomatou. Esta hipótesis fue rechazada durante décadas, pero los estudios genómicos más vanguardista han obligado a recuperarla. Estos trabajos han realizados dos aportaciones sorprendentes. Por una parte, la presencia de material genético amerindio en los pobladores autóctonos de Rapa Nui (Isla de Pascua), aunque en este caso los autores proponen que esta aportación se realizó en periodos postcoloniales, durante los siglos XVIII y XIX. Lo que resulta realmente difícil de justificar es la inequívoca presencia de rastros genéticos polinesios en poblaciones indígenas de las selvas amazónicas, una evidencia que solo podría justificarse por un contacto transoceánico ancestral entre las islas de la Polinesia y el subcontinente sudamericano.
Hoy por hoy el debate sigue abierto, pero la propuesta constata, por un lado, la compleja historia de nuestra especie y, por otro lado, la importancia que el fenómeno del mestizaje ha tenido en la conformación de las actuales poblaciones humanas.
Amaya Gorostiza y Antonio González-Martín son miembros del Grupo de Investigación ‘Biología Evolutiva y de la Conservación’ del Departamento de Biodiversidad, Ecología y Evolución de la Facultad de Biología de la Universidad Complutense de Madrid