Diciembre 2022

Manos maravillosas: nacimientos santos y asistentes milagrosas

Dos nacimientos, dos madres, el destino de sus santos hijos entrelazado desde el momento en que comienzan a desarrollarse en sendos vientres maternos. Dos nacimientos con seis meses de diferencia, que atan lazos familiares y evocan significados místicos. Estos dos nacimientos —el de San Juan Bautista y el de Cristo— revelan la importancia de la cooperación y participación en este momento del ciclo vital, una necesidad humana cuya consideración se antoja tanto más oportuna en este periodo del año en la que tantos celebran la Navidad.»

El cuadro de Artemisia Gentileschi Nacimiento de San Juan Bautista, encargado por la corte española, fue colgado hacia el año 1635 en el Palacio del Buen Retiro de Madrid. En esta creación de la mano de una mujer encontramos una viva laboriosidad y auxilio mutuo femenino, típico de las escenas de parto de la época. Un grupo de comadronas domina el escenario. Esas figuras conforman los primeros momentos de la vida de San Juan. Cuidan del recién nacido, lo preparan para su primer baño y se mantienen dispuestas para envolverlo en paños secos. La actividad de estas parteras es briosa, cruzan miradas obsequiosas, una mano ayuda a la otra. El niño Juan no parece menos atento: sus ojos despiertos, sus brazos abiertos como las palmas de sus manos. Junto al grupo encontramos a Zacarías, el marido de Isabel. De espaldas a su esposa, su rostro y cuerpo se apartan ligeramente del bullicio de los cuidados postnatales. En la penumbra del segundo plano, Santa Isabel se recupera de los esfuerzos del parto, su agotamiento se hace visible en la expresión de su rostro y las manos con que se cubre el vientre. Otra mujer, a su lado en la sombra, la observa con cautela sujetando una toalla preparada para atender las necesidades de la puérpera. Al movernos hacia el fondo de la composición, volvemos a encontrarnos con la luz. Un arco en la esquina superior derecha extiende nuestra vista hacia un paisaje exterior, nos concede un atisbo de una terraza, verdes colinas y un cielo algo nuboso.

Al acudir a la tradición textual del Nuevo Testamento, encontramos notables divergencias con esta representación del nacimiento de San Juan: dos momentos se convierten en uno. Las comadronas cuidan del niño mientras Isabel descansa del reciente parto. La presencia de Zacarías, escribiendo el nombre de Juan en un trozo de papel, representa un error de continuidad en la cronología; debería tener lugar ocho días más tarde, durante la presentación del niño en el templo. Y aún más, las relaciones sociales en el cuadro —el encuentro entre Zacarías y las comadronas— contrastan con la interpretación canónica del nacimiento de Juan. En el texto, es la comunidad del templo la que dialoga con Zacarías e Isabel en el momento de dar nombre a su hijo. En el cuadro, en lugar de los miembros del templo, encontramos a una partera que dirige su mirada hacia el padre mientras prepara un barreño metálico para bañar al niño. 

Este cuadro subraya la importancia de las comadronas en los primeros momentos de la vida. Esta preeminencia la encontramos en imágenes y textos de la época que perfilan a la partera como una necesidad: es indispensable tanto para franquearle a la nueva vida la entrada al mundo como para aliviar los esfuerzos y dolores que supera la mujer durante el proceso. En el Siglo de Oro, esta necesidad se predica incluso en los sermones, a su vez inspirados en escritos hagiográficos. Basándose en la Legenda aurea medieval de Jacobus de Voragine, las ediciones vernáculas del Flos Sanctorum subrayan esta importancia. Hacen hincapié en la necesidad de la asistencia al dar a luz. Al relatar el nacimiento de San Juan, incluso perfilan a la Virgen como asistente de su prima. A la manera de parteras, esta acompaña a Isabel ya durante su embarazo, idea a la que dan forma una miríada de interpretaciones de la Visitación. María se mantiene al lado de Isabel hasta el momento del parto, recibe a San Juan en sus manos, lo baña y lo envuelve en pañales. Sus santas manos proporcionan cuidados humanos al recién nacido y, a la vez que realizan el trabajo de una comadrona, conceden el favor celestial a la nueva vida.  

En la obra de Gentileschi, la Virgen no aparece como tal, al menos no explícitamente. Sin embargo, el arco y la puerta del ángulo superior derecho pueden inspirar al observador la idea de su presencia. En las Letanías lauretanas, oración del siglo XVI que resuena no solo en los cantos sino también en las pinturas de la época, la puerta sirve como atributo de la santa madre María. En asociación con los términos porta clausa, porta coeli y ianua coeli, arcos y puertas recuerdan al alma devota las puertas del cielo que la Virgen desprecinta, pero asimismo rememoran su virginidad intacta incluso tras haber dado a luz—, cualidad divina que, no en vano, refuerza su posición de auxiliadora celestial del parto.

En el imaginario de la época, María es Advocata Evae, abogada de Eva que expía su error al concebir un hijo sin pecado. Es una noción popular que hunde sus raíces en el pensamiento medieval e inspira obras como los Milagros de Nuestra Señora de Gonzalo de Berceo o las Cantigas de Santa María de Alfonso X el Sabio. Dentro de esta concepción, el parto indoloro de Cristo es primordial. Berceo incluso llega a contraponer el niño Jesús, «santo fruto», al «fruto del mal», mordido en el jardín del Edén. Una madre hizo caer en la perdición a sus hijos, los humanos. Otra madre corrige su error, y encarna la redención al dar a luz a su Santo Hijo. 

No es de extrañar pues que María sirva de modelo divino a las comadronas de los siglos XVI y XVII, que relatos milagrosos sobre la Virgen como aliada celestial consuelen a las embarazadas desesperadas, que objetos marianos, como una cinta de la Virgen o la rosa de Jericó —la mano de María—, favorezcan el transcurso del alumbramiento, que las parturientas y sus asistentes —hijas de Eva— apelen a los favores de la Santa Madre. Al igual que en el nacimiento de San Juan, es la Virgen quien está al lado de futuras madres, es ella quien prestará socorro a sus hijas y concederá el milagro de su parto exitoso.

En el relato canónico del nacimiento de Cristo, sin embargo, no hallamos asistentes. La Virgen da a luz sin ayuda, su hijo emerge al mundo como un rayo de luz, dejando su carne intacta. Sin embargo, hasta el siglo xv se difunden diferentes versiones de relatos apócrifos sobre las parteras Salomé y Zelomí. Estas llegan al lugar justo después del nacimiento del Santo Niño, y quedan asombradas por el parto virginal. Zelomí confía en el milagro, Salomé permanece incrédula e insiste en extender también la mano, como había hecho su compañera, para examinar el cuerpo de María; al tocar con ella la carne de la joven madre, su mano se consume. Una voz angélica le ordena tocar al niño y, al hacerlo, sana. Aunque estas comadronas no asisten el nacimiento de Cristo en un sentido práctico, su presencia parece cardinal. Las manos de las comadres atestiguan el milagro que acaba de ocurrir. Hacen tangible la Providencia divina.

El nacimiento de San Juan, tal y como lo representa Gentileschi, supone un preludio de la Natividad del propio Cristo. Prepara el escenario para ciertos significantes clave en la interpretación de los dos alumbramientos sublimes, y estos entran en sinergia cuando el hijo de María ve la luz. Al igual que en el nacimiento de San Juan, también en la Natividad de Cristo el roce de una comadrona —el contacto con sus manos— alude al papel protagonista que el Niño desempeñará en el futuro. Estas manos expresan la importancia de las redes femeninas y la cooperación entre mujeres en el momento histórico. Nos recuerdan la función social de las parteras en las comunidades humanas y la importancia de otras manos en los primeros momentos de la vida.

 

Sabrina Grohsebner colabora en el proyecto de investigación The Interpretation of Childbirth in Early Modern Spain de la Universidad de Viena y en la actualidad ultima su tesis doctoral, titulada Body and Culture in the Hands of Midwives. Scientific, Social and Religious Discourses on Birth Assistance in Early Modern Spain. Entre sus publicaciones recientes se puede leer Manos y materia. Volver tangible la sociabilidad en el parto áureo.

Esta contribución al MVEH se ha llevado a cabo en el marco del mencionado proyecto de investigación The Interpretation of Childbirth in Early Modern Spain (FWF Austrian Science Fund, P 32263-G30). El texto en español ha sido revisado y corregido por Fernando Sanz-Lázaro. La autora quiere agradecer a Wolfram Aichinger, Emilie Bergmann, Clara Bonet Ponce, Costanza Dopfel, Alice Dulmovits, Hannah Fischer-Monzón, Tamara H., Nina Kremmel, Simon Kroll, Marie-France Morel, Hannah Mühlparzer, Ignacio Navarrete, Fernando Sanz-Lázaro, Christian Standhartinger, Jesús María Usunáriz y Carlos Varea sus sugerencias y su ayuda.