Mayo 2022

¿Héroes o villanos?: el ser humano en las Islas Encantadas

La historia que han tejido hombres y mujeres en las Islas Galápagos tiene ese tono de lo extraordinario y lo misterioso que parece empapar todo en el archipiélago como la garúa o llovizna de su estación húmeda. La casualidad, la falta de viento y las corrientes marinas se unieron, la mañana del 10 de marzo de 1535, para que el casco de una nave de la Armada Real Española fuese a dar con las costas de este paraíso, hasta entonces oculto. A bordo y a la deriva, un fraile español, Fray Tomás de Berlanga, entonces Obispo de Panamá, se había desviado de su ruta hacia el imperio de los incas (Perú). Ya en tierra, se les hizo difícil encontrar agua dulce, pero sobrevivieron a base de masticar la pulpa de los cactus que se toparon. Una vez a salvo, Berlanga pudo informar al Emperador Carlos V sobre el hallazgo de «unas islas inhóspitas, en mitad del Pacífico, habitadas por enormes tortugas y diversas clases de iguanas». 

Tras su descubrimiento oficial, el archipiélago pasó a conocerse como «Insulae Galopegos», en referencia a un tipo de silla de montar. A estos primeros visitantes les llamó la atención la forma de los caparazones de las tortugas gigantes, sobre las cuales era posible incluso que un hombre cabalgara con toda comodidad. Habría que esperar hasta 1570 para que las islas quedasen registradas por vez primera en un mapa con este nombre, aunque los marineros de la época las conocían como «Islas Encantadas», por la forma tan arbitraria en la que aparecen y desaparecen en el horizonte al navegar.

En un primer momento, nadie fijó su atención en estas islas con el objeto de colonizarlas. Costas caprichosas, tan deshabitadas e inhóspitas, plagadas de bahías ocultas, se convirtieron, sin embargo, en el refugio perfecto para piratas y bucaneros. En Galápagos descansaban, carenaban sus barcos y llenaban sus bodegas de tortugas (ricas en carne y aceite), huevos, sal, leña y agua dulce. Desde allí organizaban sus saqueos a los puertos del Imperio español o sus correrías tras las flotas que llevaban a la metrópoli el oro americano.

A instancias del general José Villamil, que formó la Empresa Colonizadora de Galápagos, Ecuador tomó posesión de las islas el 12 de febrero de 1832 y las anexó a su territorio como provincia. El primer grupo de ecuatorianos que llegó a la Isla Floreana, en octubre de 1832, estaba compuesto en parte por soldados condenados a muerte que, en vez de cumplir su pena en prisión, fueron deportados. La colonia se fundó bajó el nombre de «Asilo de Paz», en una zona de tierras fértiles en la parte alta de la isla. Bajo la batuta de Villamil, la actividad principal fue la agricultura y la ganadería. Para ello, los colonos se vieron obligados a introducir plantas y animales ajenos a las islas. 

Solo tres años después de la toma de posesión por parte del Ecuador, visitó las islas Charles Darwin, sin duda quien más ha hecho por situar a las Galápagos en el mapamundi de la historia y de la ciencia. Entre el 15 de septiembre y el 20 de octubre de 1835, el por entonces joven naturalista inglés estuvo en Galápagos a bordo del Beagle, nave capitaneada por Robert Fitzroy. Mientras el capitán realizaba unas cartas de navegación del archipiélago, Darwin visitó cuatro islas (San Cristóbal, Floreana, Isabela y Santiago) y logró hacer una extensa recolección de plantas y animales, como también observaciones de la historia natural. Estas observaciones, recogidas diez años más tarde en su libro conocido como The Journal of a Voyage in HMS Beagle (titulado en castellano como Diario del viaje de un naturalista alrededor del mundo en el navío de S.M. Beagle), fueron fundamentales para que Darwin desarrollase su famosísima teoría de la evolución por selección natural que sería publicada, más de veinte años después, en el clásico El Origen de las Especies

Durante las siguientes décadas, Galápagos vivió un proceso de colonización que afectó a distintas islas. En San Cristóbal, por ejemplo, Manuel J. Cobos (conocido como «el emperador de Galápagos») instaló el ingenio azucarero más moderno del país y de la época. Antonio Gil fue otro de los grandes emprendedores que colonizaron Galápagos, dedicándose, entre otros muchos negocios, a la explotación del azufre en la Isla Isabela y a la caza de las ya diezmadas tortugas gigantes para iluminar, con su grasa, el principal puerto ecuatoriano, la ciudad de Guayaquil. No menos importante es la huella colonizadora que dejó el ejército norteamericano durante la Segunda Guerra Mundial, estableciendo una base militar en la isla de Baltra. Desde la conocida como «Base Beta» (o «The Rock») en los informes militares de la época, se hizo un control exhaustivo de toda la zona del Pacífico Sur durante la guerra.

En 1959, coincidiendo con el centenario de la publicación de El Origen de las Especies, y motivado por los numerosos informes científicos que destacaban el enorme valor ecológico de Galápagos, el Gobierno ecuatoriano declaró Parque Nacional al 97% del área terrestre del archipiélago. Todo, excepto las áreas ya colonizadas (el 3% restante). Asimismo, se creó la Fundación Charles Darwin (FCD) para las Islas Galápagos, entidad internacional que tiene como misión asegurar la protección de los ecosistemas insulares y desarrollar la investigación científica con miras a la gestión conservacionista de las islas. Cinco años después nació el Servicio Parque Nacional Galápagos (SPNG), la institución gubernamental que se haría responsable de la administración del área protegida.

Ya entrados en el siglo XXI, Galápagos se nos muestra como un archipiélago herido. Mientras el proceso de nacimiento y evolución de la extraordinaria naturaleza insular ha durado millones de años, en apenas 500 de presencia humana, la increíble biodiversidad de las islas ha pasado a estar seriamente amenazada. El archipiélago y sus ecosistemas son frágiles, como un cristal, ante la introducción de especies de animales y plantas exóticas, que poseen mejores aptitudes para competir con los organismos nativos o depredar sobre ellos. Como un círculo vicioso, al peligrar su biodiversidad, también lo hacen las actividades económicas que permiten la presencia del ser humano en las islas: la industria turística, con un desarrollo cada vez mayor y una demanda más diversificada; las actividades agropecuarias, amenazadas por la continua llegada de nuevas plagas; y las actividades pesqueras.

Con una población actual cercana a los 25.000 habitantes, concentrados en cuatro islas, las múltiples presiones políticas y económicas han abierto el debate sobre cuál es el modelo de conservación que necesita Galápagos. Las posturas extremas oscilan entre un archipiélago abierto al mundo, con un turismo internacional pujante y una población local en crecimiento que mueve una economía boyante, o un archipiélago más cerrado al exterior, con férreos controles al crecimiento poblacional, la inmigración y la llegada de especies exóticas, con una economía fundamentalmente endógena que minimice la dependencia de recursos procedentes del continente. En el contexto actual, no es fácil predecir hacia dónde van Galápagos y su sociedad, aunque sí existe un fuerte consenso entre los galapagueños sobre la imperiosa necesidad de preservar la biodiversidad y los ecosistemas sobre los que se sustentan toda su economía y su bienestar. En el actual contexto de cambio ambiental global, salvaguardar este patrimonio natural de la humanidad para las futuras generaciones se convierte en una necesidad urgente. Es, pues, tiempo de tomar decisiones. Las Islas Encantadas no pueden esperar.

 

José A. González es investigador del Laboratorio de Socioecosistemas de la Universidad Autónoma de Madrid, en cuya página web se puede acceder a varios trabajos científicos y de planificación desarrollados por el equipo en el archipiélago de Galápagos entre los años 2004 y 2015.  Junto a otros autores, José A. González ha elaborado también las Piezas del mes Corregir las desigualdades del desarrollo humano: una urgencia política ineludible (septiembre, 2020) y El cambio ambiental global: hacia un mundo de ganadores y perdedores (septiembre, 2019).