Marzo 2021
Gestión diferencial de los nacimientos: familias, hospicios y adopciones
La reproducción es la base de la biología de cualquier especie, pero en la nuestra su variable expresión biológica está muy influida por factores socioculturales. Esa interacción entre biología y cultura condicionó durante siglos tanto la situación de las mujeres como reproductoras, trabajadoras y ciudadanas, como la de sus descendientes, diferenciados entre los integrados en grupos familiares y los acogidos en hospicios, a los que en la actualidad se podría añadir los engendrados mediante pago de un vientre de alquiler.
En la Europa Occidental, los hospicios surgieron en la Edad Media y desde el Renacimiento se empezaron a identificar por unas figuras infantiles «empañadas», como las que adornan el famoso Hospicio de Florencia, fundado en 1421, o los que se conservan en la antigua Inclusa de Madrid de la actual Calle O’Donnell que ilustran esta Pieza. En muchas zonas del el mundo rural español se mantuvo la costumbre de empañar a los bebés nacidos en casa hasta mediado el siglo XX.
La rigidez del sistema patriarcal y de la Iglesia establecían un estricto control social de la sexualidad femenina fuera del matrimonio, que se cumplía de manera variable según épocas, poblaciones y situaciones personales, o que incluso se solucionaba a través del matrimonio, al que las mujeres acudían ya embarazadas. Las madres solteras fueron con frecuencia forzadas por sus propias familias a abandonar a los recién nacidos en hospicios, donde la mortalidad infantil era pavorosa hasta época reciente y donde los que sobrevivían sin ser adoptados estaban mayoritariamente marcados de por vida por su condición de «ilegítimos» o de «expósitos».
Las principales causas del abandono fueron la soltería materna y la pobreza, siendo frecuente que los bebés llevaran alguna información que permitiera su identificación en el caso de que la madre quisiera a recuperarlos, como consta en los siguientes ejemplos tomados del registro del orfelinato de El Bierzo (documento 1700-1825, H: Torno 30-3-2786):
«Bautizada vengo, me llamo María Josefa de la Iglesia: mi padre no sé quién es, mi madre tampoco. Y lo firmo en Maragatería, en 7 de marzo de 1776»
«El primero de mayo de 1778, Ana María Álvarez, soltera, pareció ante mí y dijo que venía a sacar un niño que dijo haber sido expuesto en el torno […] y preguntada por la ropa con la que se había vestido dicho niño, por las razones que dio, hallé ser el niño contenido en la partida […]. Y habiendo expresado que quería llevar a su hijo para criarlo por su cuenta se lo entregué.»
A partir de los años sesenta del siglo XX, la transformación social ligada a la incorporación de las mujeres a trabajos urbanos y a la disponibilidad de métodos más efectivos de control de la fertilidad se asocia con una gran reducción de los nacimientos no deseados y de los abandonos infantiles en los hospicios españoles y europeos. Ello fue acompañado de un retraso en las edades de inicio de la convivencia o del matrimonio, que dificultaba la concepción de esas parejas añosas, lo que se tradujo en un aumento de la solicitud de adopciones, asociado durante mucho tiempo a un inmoral negocio de venta de bebés para adoptar.
Así, se estima que en España podrían llegar hasta 300.000 los bebés robados para ser vendidos a parejas que querían adoptar entre 1940 y 1990. En un primer encuentro se concretaba la cuantía económica, la forma de entrega del bebé, los comportamientos para fingir un embarazo (un cojín sobre el abdomen, simular náuseas…). Los niños y niñas procedían de partos reales a cuyos padres se les comunicaba la prematura muerte de su recién nacido, y que ya había sido enterrado. Los falsos partos de las madres adoptivas eran atendidos por una matrona o auxiliar de enfermería que previo pago proporcionaba el certificado de alumbramiento, necesario para poder inscribir el bebé como propio en el registro civil.
Tras un largo proceso, las asociaciones de familias afectadas consiguieron que se juzgara a los principales responsables (médicos, sanitarios, abogados, funcionarios y religiosos), destacando en Madrid el papel del doctor Vela, declarado culpable por la Audiencia Provincial de Madrid de «tráfico de niños» en octubre de 2018, si bien no hubo condena porque los delitos llevaban 31 años prescritos; su ayudante, sor María, murió a los tres días de ser citada a declarar.
Dado que nuestro campo de interés científico aborda la reproducción humana como un fenómeno biocultural que ha sido y sigue siendo de trascendental importancia para nuestra especie, como profesionales de la Bioantropología y de la Ecología Humana —además de como personas— debemos conocer, reflexionar y opinar sobre este tipo de situaciones, en las que se negocia con la vida de recién nacidos transformados en «objetos comerciales», cuya última modalidad es su transferencia desde los llamados «vientres de alquiler» (pertenecientes a mujeres en situaciones precarias y vulnerables) a sus futuros padres adoptivos, que pagan elevadas cantidades por el trato a terceras personas.
Cristina Bernis es codirectora del Museo Virtual de Ecología Humana.