Noviembre 2022
Alimentos medicinales en la ‘Flora Española’ de Quer
El uso de las plantas por parte del ser humano es tan antiguo como la humanidad misma. Conocer y saber emplear las plantas del entorno ha sido (y es) vital para la supervivencia de las comunidades humanas. De hecho, entre los primeros documentos escritos destacan los dedicados a describir los usos medicinales de las plantas, como el Papiro de Ebers (c. 1500 a.C). Botánica y medicina fueron de la mano hasta el siglo XV y hasta la mitad del siglo XIX las plantas fueron el principal agente terapéutico.
Del estudio de las relaciones entre el hombre y las plantas, en el tiempo y el espacio, se encarga la disciplina de la Etnobotánica y, dentro de ella, la etnobotánica histórica busca en textos históricos los conocimientos tradicionales de tiempos pasados.
El conocimiento sobre las plantas es parte de los denominados conocimientos ecológicos tradicionales, que se transmiten principalmente de generación en generación por vía oral. Dentro de este conjunto de saberes es de especial importancia el uso de las plantas en alimentación, medicina o ambos (alimentos con beneficios sobre la salud o alimentos funcionales).
Actualmente, el conocimiento tradicional se está perdiendo debido a la globalización y la modernización de los sistemas de producción agrarios, aunque una parte se ha recogido gracias al trabajo de distintos autores en la Antigüedad y a estudios etnobotánicos.
En el Mediterráneo, destaca la obra De Materia Medica de Dioscórides (siglo I), que recoge remedios de plantas empleadas en la época por médicos, curanderos o brujas.
Desgraciadamente, pocas obras históricas han recogido los usos de las plantas de las poblaciones ibéricas. Se podrían destacar la traducción que Andrés Laguna hizo de la mencionada obra de Dioscórides (siglo XVI) o Flora Española (siglo XVIII), obra de Joseph Quer y Martínez, primer director del Real Jardín Botánico de Madrid. Sin embargo, Flora Española no obtuvo el reconocimiento que merecía debido al uso de un sistema de clasificación, el de Tournefort, distinto al que se impondría en la comunidad científica, el de Linneo.
Aun así, Flora Española supone una valiosa recolección de conocimientos etnobotánicos de la época. Por ello, se ha estudiado el conocimiento en ella asociado a los alimentos funcionales y se ha comparado con fuentes más modernas para ver su evolución.
Uno de los hallazgos principales del estudio ha sido que el 97% de las plantas mencionadas en la obra como alimentarias también tenían funciones medicinales. Esto no es extraño ya que al igual que la botánica y la medicina, la alimentación y la medicina tuvieron una relación muy estrecha en el pasado. Ya en el siglo IV a.C. Hipócrates decía: «Que la comida sea tu alimento y el alimento, tu medicina». Y muchos siglos después Don Quijote advirtió a Sancho: «Come poco y cena más poco, que la salud de todo el cuerpo se fragua en la oficina del estómago».
Según los estudios etnobotánicos modernos esta proporción se redujo de forma drástica con el tiempo, probablemente debido a la aparición de la medicina moderna que llevó a la separación de medicina y alimentación. En cambio, en el presente cada vez más estudios corroboran la inseparable unión entre alimentación y salud y promueven una mayor inclusión de alimentos funcionales en la dieta, por lo que esta tendencia pueda revertirse.
El conocimiento tradicional es dinámico, evoluciona junto con la sociedad y por tanto hay parte que se conserva, parte que se pierde y parte que se sustituye por conocimiento nuevo.
En el análisis de Flora Española se vio que el uso más conservado en alimentación es el consumo de frutas y verduras, los alimentos más importantes en la dieta. En medicina, se ha conservado sobre todo el uso para tratar problemas digestivos, como podría ser la utilización de la manzanilla o el zumo de limón, algo corriente hoy en día.
En cuanto a la pérdida, se ha reducido el número de especies de las que se consumen las partes subterráneas y aquellas empleadas en la elaboración de bebidas no alcohólicas (como podrían ser el consumo de la raíz de los espárragos o la fabricación de bebidas refrescantes con las pepitas de la calabaza). En el caso de las primeras podría deberse a que son partes menos accesibles de la planta y en cuanto a las bebidas, podría deberse a que han sido sustituidas por otras como las bebidas carbonatadas.
Por último, se vio que ciertos usos encontrados en estudios etnobotánicos actuales no se mencionaban en Flora Ibérica. En alimentación estos eran la utilización de plantas para la fabricación de bebidas alcohólicas o sustitutos del café (como el vino de almendras o su utilización como sucedáneo del café). Por otro lado, en medicina se vio que dichos usos eran los relacionados con el tratamiento de enfermedades del sistema inmune o endocrino, sistemas desconocidos en la época de Quer. Ya que en la actualidad se conocen mejor, el conocimiento tradicional habría cambiado para incluirlos en el conjunto de saberes, especialmente en zonas con menor acceso a la medicina moderna.
Los alimentos funcionales tienen un gran potencial nutricional y medicinal, por ello, prestar atención al conocimiento tradicional más conservado a lo largo de los siglos y recuperar parte de los usos podría servir para mejorar la nutrición y salud en el futuro.
Andrea Camacho Rebaque es graduada en Biología por la Universidad Autónoma de Madrid y realizó su Trabajo de Fin de Grado sobre las plantas alimentarias medicinales de la obra de Quer. Jimena Mateo-Martín es investigadora y estudiante de doctorado en la Universidad Autónoma de Madrid, y trabaja en la distribución y evolución del conocimiento tradicional sobre plantas en España. Manuel Pardo de Santayana es profesor de Botánica y Etnobotánica en la Universidad Autónoma de Madrid y coordina el Inventario Español de los Conocimientos Tradicionales relativos a la Biodiversidad. La obra de Quer puede consultarse en Biblioteca Digital del Real Jardín Botánico-CSIC.