Viajar en la Antigüedad clásica

Viajar en la Antigüedad clásica
1530-1535 h. Esmalte pintado representando a Eneas huyendo de Troya con su padre Anquises y su hijo Ascanio, mientras su esposa Creúsa se queda atrás. Limoges (Francia) © The Metropolitan Museum of Art (Nueva York, EEUU)

Viajar en la Antigüedad clásica

El viaje en la Antigüedad clásica sirve de metáfora del conocimiento: en el mito y en la literatura se viaja para aprender, por eso los viajes son modelos, paradigmas que exploran el territorio conocido y el desconocido. En el mundo mítico grecorromano solo viajan los varones, mientras que las mujeres normalmente son las receptoras pasivas de las consecuencias del viaje del hombre. Los modelos de viaje en el imaginario grecorromano son tres.

El primero, el viaje de vuelta al hogar (Odisea), donde la esposa espera pacientemente, modelo de conducta femenina que confina a la mujer al gineceo entregada a las tareas del hogar, sometida al hijo y en una economía de austeridad absoluta. Mientras ella espera, el marido se hace sabio en la experiencia del viaje.

El segundo, el viaje de ida sin vuelta, para fundar una ciudad nueva (Eneida), en que el héroe Eneas pierde oportunamente a la esposa, Creúsa, en la huida para quedar libre y poder contraer nuevas alianzas, sobre todo nupciales, con las tribus autóctonas, como es el caso de la joven Lavinia, hija del rey del lugar. En Creúsa se evidencia un caso paradigmático de abandono y muerte de la esposa durante un conflicto armado; para la segunda esposa, el ideal femenino propuesto es el de una hija obediente, que rechaza su compromiso anterior con un guerrero local, Turno, y que hace del silencio absoluto su modelo de conducta.

Finalmente, el viaje de ida y vuelta (Las argonáuticas), donde el héroe, Jasón, viaja a los confines del mundo conocido para conseguir un talismán que le dé el poder, y, para ello, seduce y secuestra a la hija maga del rey, Medea. El secuestro en el mundo mítico es una forma de matrimonio, en que la mujer raptada es introducida en un mundo ajeno al suyo, en este caso, el griego, con enormes dificultades de adaptación, hasta el punto de que esa situación genera el modelo de la mujer rebelde o bárbara, que llega a asesinar a sus propios hijos, consecuencia de una fuerte neurosis por inadaptación. [Rosario López Gregoris]