Una cabra y una tortuga, 400 años atrás
Como ha informado Carusi en su trabajo Le Transumanze Millennarie e la Capra della Valnerina (2019), es importante subrayar que el perfil nasal recto, las orejas siempre erguidas, proyectadas hacia adelante y nunca pendientes, los cuernos de forma de lira con sección plana, la piel robusta y gruesa son todas características morfológicas «arcaicas», que pueden atribuirse a la cepa caprina siempre presente en Italia central. Por el contrario, las orejas colgantes o semicolgantes, el perfil nasal convexo, los cuernos —si están presentes— de sección circular y orientados hacia atrás, el espesor de la piel bastante delgada, etc., formarían parte de aquellas características que algunos estudiosos asocian a este tipo de cabra presente no sólo en las regiones de Italia meridional sino en otros países del Mediterráneo y, también, en África.
Carusi sugiere que estas «cepas meridionales» han aparecido en Italia central y en las regiones más septentrionales, desde el siglo XVII, modificando así algunas características de las poblaciones caprinas locales. Muy probablemente, a partir de los primeros años del siglo XX, estos cruces han ido aumentando progresivamente, dando origen a ejemplares con orejas colgantes y a veces con cuernos pequeños o medianos, retorcidos hacia atrás.
Una antigua pintura del artista Paolo Porpora sugiere que desde 1600 —en el área napolitana— ya se contaba la presencia de ejemplares con estas características. Por lo tanto, es posible que, con el tiempo, los contactos hacia el norte con cabras de cepa más propiamente «de los Apeninos» se hayan intensificado, dando vida a individuos mestizos, que seguimos encontrando en algunas zonas del actual Lacio meridional. Es probable que la cabra blanca monticellana es efectivamente uno de los resultados de estos cruces.