Una batalla diaria para cubrir las necesidades básicas
A causa de las sanciones, el coste de una caloría alimentaria se multiplicó por más de 500. Elogiada por las propias NNUU, la cartilla de aprovisionamiento gubernamental frenó la hambruna al garantizar un mínimo de alimentos a todas las familias iraquíes y extranjeras residentes en el país, además de leche en polvo para los bebés y productos de limpieza. Solo en enero de 1999 pudo introducirse leche y queso. A pesar de ello, la cartilla aportaba poco más de 2.000 calorías por persona y día, un nivel insuficiente, mientras que antes del embargo la ingesta nutricional en Iraq era de 3.500.
Las sanciones impulsaron la recuperación de la agricultura, a la fuerza ecológica, debido a la prohibición de la importación de fertilizantes e insecticidas. El campo surtía a las ciudades cada día y nunca hubo problemas de abastecimiento o de acaparamiento de productos, incluso durante la guerra de invasión de 2003. En contra de los tópicos, Iraq tiene un campo feraz entre los ríos Éufrates y Tigris que produce las mejores frutas y hortalizas de la región, además de los dátiles, según los vecinos árabes. Durante los primeros años del embargo, buena parte de las familias tan solo comían dátiles, procesados, muy imaginativamente, de mil maneras.
En 1998 UNICEF advertía que el estado de nutrición de la infancia en Iraq se situaba en niveles similares a los del África Subsahariana, ya de hambruna crónica. El 58,1 por ciento de los menores de cinco años sufría entonces alguna de las tres categorías de malnutrición: retraso en el crecimiento (baja altura para su edad), que indica un estado de malnutrición crónica, el 26,7 por ciento; emaciación (bajo peso para su altura), que indica un estado de desnutrición aguda, el 9,11 por ciento; y con bajo peso (bajo peso para su edad), que refleja emaciación, retraso en el crecimiento o ambos, el 22,8 por ciento;