Un largo proceso de maduración cerebral y desarrollo cognitivo
Sabemos que en Homo sapiens el cerebro del recién nacido no tiene la complejidad que caracteriza a otras especies de vertebrados. Es lo que en 1969 Adolf Portman denominó «altricialidad secundaria», un rasgo exclusivo de nuestra especie. Este es un paso importante con respecto a que lo que sucede en otros mamíferos (altricialidad primaria) y el grado más avanzado de la extrema precocidad de los primates. Tardamos generalmente más de un año en dar nuestros primeros pasos y un tiempo considerable en ser independientes sin la ayuda de nuestros progenitores. La complejidad del cerebro depende del número de conexiones entre las dendritas de las neuronas y del proceso de milenización.
La mielina es una sustancia formada por agua, lípidos y proteínas, que producen los oligodendrocitos y las células de Schwann. La mielina es un aislante electro-químico que envuelve poco a poco los axones o cilindroejes de las neuronas, aumentando la resistencia de la membrana celular y la velocidad de conducción del impulso nervioso.
Podríamos estar tentados a relacionar el retraso en la madurez del cerebro con el retraso en la llegada del período juvenil. Aunque obviamente el cerebro madura lentamente durante los primeros siete años de vida, no empezaremos a notar cambios sustanciales en la complejidad de la red neuronal hasta la adolescencia. Por ejemplo, cuando llega la pubertad el porcentaje de mielinización es tan solo de un 60% en nuestra especie, que puede compararse con la cifra del 96% que se observa en los chimpancés. Durante la adolescencia se produce una notable reestructuración de la red neuronal, mediante la poda de miles de conexiones dendríticas y la formación de nuevas conexiones. La mielinización continúa en este período, pero el proceso no termina hasta el final de la tercera década de la vida, bien entrado el periodo de adultez. La ralentización del proceso de formación de la mielina está relacionada con plasticidad del cerebro humano. La plasticidad se puede definir como la capacidad de nuestro cerebro para modificar las conexiones sinápticas, la dirección de las fibras largas de las neuronas y la forma en la que el cerebro modifica las funciones de sus diferentes regiones en función de la experiencia y los cambios en el medio ambiente. [José María Bermúdez de Castro]